¿Y los futbolistas qué?

Me pregunto si los futbolistas deberían hacer algo más que jugar bien.

Ya sé que ‘los buenos somos más’, pero esta frase –que seguro es cierta– no me ha ayudado a reponerme de la vergüenza por el espectáculo que dieron algunos compatriotas en la final de la Copa América. ‘Los buenos’ somos más, sí; pero qué daño hacen ‘los malos’, por pocos que sean. Desde luego lamento las consecuencias que esto pueda tener para los migrantes colombianos en Estados Unidos, o para quienes aspiren a sacar su visa de ingreso a ese país, así como el efecto de confirmación que presumo que está teniendo el insuceso entre quienes se fueron de esta patria para poderse desligar del subdesarrollo que les impedía progresar. Pero más que todo eso, lamento que haya quienes a estas alturas sigan creyendo que lo lamentable fue no haber quedado campeones en vez de lo que hicieron ‘unos cuantos’. Porque por muy pocos que sean estadísticamente hablando, son un símbolo de lo que también somos como país, de lo peor que somos como país: ventajosos, violentos, vulgares.

Así que justo esta semana, cuando conmemoramos un nuevo aniversario de la independencia, el 214, deberíamos usar ese símbolo representado en las imágenes de colombianos tratándose de colar por los ductos del aire o burlando los controles de ingreso al estadio, o agrediendo a un vigilante, como una herramienta para reflexionar sobre por qué somos así y cómo podríamos erradicar eso del ADN de nuestra idiosincrasia. Algunos, a juzgar por las reacciones a un mensaje que puse en mi cuenta de la red X, han resuelto el asunto diciendo que ese comportamiento es consecuencia de la laxitud de Petro con la primera línea y con los grupos armados ilegales, mientras que otros simplemente insisten en que lo único importante era ganar y me recuerdan, aunque yo misma lo advertí, que no sé nada de fútbol.

¡Cuánto pueden cegarnos las pasiones! Sean las políticas, las deportivas o esas que nos hacen sentir placer cuando le enrostramos al mundo un punto de vista como si fuera una verdad irrefutable, son una talanquera para pasar del problema a la solución. Con las posiciones así, ¿por dónde empezar?, ¿cómo encontrar el botón que detone en cada persona el modo reflexivo?, ¿cómo lograr que cada quién llegue a la autorreflexión? ¿Habrá hecho esa autorreflexión alguien de los/as que se quisieron colar?, ¿o estarán todos matizando lo sucedido como lo hizo el presidente Jesurún con el argumento de la ‘maniobra paternal’?

Seguramente por no ser fanática futbolera puedo decir que no me parece cierta aquella frase que muchos pronuncian con orgullo: ‘el fútbol es lo único que nos une’. Más bien creo, sin dejar de reconocer el esfuerzo y significado de cada jugador/a y su efecto inspirador en cientos de miles, que el fútbol es lo que más claramente desata lo peor que nos caracteriza. Pero la alegría momentánea de un partido o de un campeonato, harina y vuvuzelas incluidas, no nos permite hacer la lectura correcta. Entonces también me pregunto si los futbolistas deberían hacer algo más que jugar bien. Entiendo el alto costo que se paga en este país por opinar, pero me inquieta su silencio sobre los hechos, al menos en sus redes sociales. Con la popularidad que tienen y varios estando más allá del bien y del mal en su desarrollo profesional y financiero, son los mejor calificados para llamar a la reflexión.

Sé que en su oficio la gloria solo está en los goles y en los trofeos, pero todos somos más que nuestro oficio. Somos ciudadanos, padres, madres, hijos, amigos. Por eso me pregunto si no sería también glorioso para los futbolistas que fueran ellos quienes lideraran la conversación que el país necesita sobre lo sucedido. Se me ocurre que con eso reemplazarían la V de violencia, vulgaridad y ventajismo por una v de victoria.

Claudia Isabel Palacios Giraldo

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