Las siguientes reflexiones son motivadas por el más reciente trino viral de Margarita Rosa de Francisco, quien llama a sus seguidores a unirse al llamado Pacto Histórico para “que no nos pase lo de Ecuador”, aludiendo al triunfo del derechista Guillermo Lasso.
–Entender qué pasó en Ecuador es importante a la luz de la contienda electoral a la que nos encaminamos en Colombia y de las opciones de candidaturas que hasta ahora tenemos. La respuesta corta es que triunfó el agotamiento por la confrontación y la pugnacidad, como lo explica el politólogo ecuatoriano César Ulloa en el portal Latinoamérica21: “… Más peso tuvo la figura de un Rafael Correa confrontativo, que nunca salió del juego de suma cero contra sus rivales. La gente ya vive con el miedo de la pandemia y por eso rechazó la idea de la reedición de otro miedo: la polarización. Eso explica, porque (sic) caló mejor el mensaje del reencuentro de Lasso…”.
Es exactamente lo que proyecto que pasaría en Colombia ante un escenario similar. O, mejor, corrijo, es lo que volvería a pasar en Colombia, pues tal cual eso fue lo que vimos en la pasada elección presidencial. Los votos que le dieron la ventaja a Duque sobre Petro evidenciaron el pánico de una porción mayoritaria del electorado a entrar en una retórica de confrontación, con sus esperables decisiones, que terminara de robarles a los/as ciudadanos/as la paz y el sosiego que les quedaran.
Volviendo al punto inicial, lo que Ecuador rechazó es justamente el equivalente de lo que en Colombia representa el Pacto Histórico: el progresismo, liderado por Gustavo Petro, cuya popularidad se alimenta de su estilo pugnaz. Así las cosas, quienes se preocupan por la posibilidad de que el país siga por la senda de la derecha tendrían que considerar que unirse al Pacto Histórico es la forma más clara de promover, por carambola, que el próximo presidente/a sea otra vez ‘el que diga Uribe’.
Visto de otra manera, Petro pasó a ocupar el lugar que hasta hace unos años ocuparon las Farc. Me explico: nuestra historia reciente muestra que Colombia no votó por un líder de izquierda porque hacerlo era, de alguna manera, avalar un proyecto político sanguinario, como lo fueron las Farc. Ahora Colombia tampoco le da el triunfo a una propuesta de izquierda porque la figura más representativa de esta corriente ideológica es un personaje que genera temor, no solo entre la derecha convencional, sino entre muchos de quienes están agotados y decepcionados de esta.
Siendo así, ¿por qué el Pacto Histórico no piensa en que quien genera esos resquemores dé un paso al costado? Para seguir siendo un líder no necesita ser candidato ni ser presidente. Petro ha sido bueno despertando conciencias, eso es importante en una democracia; pero lo ha hecho alimentando el odio de clases, lo que simplifica peligrosamente la opinión de la gente sobre cómo se solucionan los problemas de fondo.
Lo mismo se puede decir para quienes son de derecha. Seguirle apostando a ‘el que diga Uribe’ es desestimar el desgaste que ha tenido su líder en los últimos 4 años, así como las estrategias de la izquierda para renovar su imagen, y el impacto que dejarán en la sociedad unos de los legados y realidades del actual gobierno: reforma tributaria y lento proceso de vacunación. El triunfo de Lasso no debe darles esperanza ni alivio, pues la derecha en Ecuador no es asociada con lo que es asociada la derecha en Colombia. Allá no se habla, por ejemplo, de ‘falsos positivos’ ni del ‘No’ a la paz.
Entonces, lo que pasó en Ecuador sí puede repetirse en Colombia, muy seguramente en contra del proyecto de izquierda, pero no necesariamente en favor de proyecto de derecha.
Claudia Isabel Palacios Giraldo