Leo varios comentarios de hinchas indignados por la forma como Javier Fernández, el ‘Cantante del gol’, narró la final de la Liga de fútbol femenino. Lo insultan porque para dar a entender que el partido entre el Independiente Medellín y el América de Cali tuvo una calidad que nada tiene que envidiar al fútbol masculino dijo: “…porque aquí lo que se ha jugado es un partido de varones…”. Javier no ha respondido a quienes esperan que se disculpe, lo entiendo.
Es curioso que algunas personas, generalmente las que desbordan sus impulsos más emocionales, pretendan que otras reaccionen con contención a sus desobligantes maneras de instarlas a caer en cuenta de lo que consideran sus errores. ¡Los seres humanos no somos así!; al contrario, si nos atacan, solemos responder instintivamente con otro ataque que ahonda la gravedad de la situación.
Entonces, entendiendo que el comentario de Javier fue desacertado, lo veo como una oportunidad para explicarle por qué, pues no dudo de que no tuvo intención de pordebajear el trabajo de las mujeres futbolistas, aunque ese fuera el efecto. Es que cada quien está en un momento diferente de la conversación sobre equidad de género.
Hay toda una gama, entre los que podrían ser llamados enemigos de esta lucha y quienes están a la vanguardia en la aplicación del conocimiento y derechos alcanzados por décadas de trabajo feminista; por ende, es un desacierto tratar como enemigos a quienes, a pesar de la ebullición del discurso por la inclusión de las mujeres, no se han dado por aludidos, sea porque aún no tienen toda la información o la formación para entender que esto también les incumbe y que, aunque se digan defensores de las mujeres, tienen mucho que cambiar para ser coherentes.
Así que, apreciado Javier, la igualdad que buscamos las mujeres consiste en que se valore lo que hacemos con la misma importancia que se le ha dado a lo que hacen los hombres, lo cual implica reconocer que las actividades que tradicionalmente han desempeñado las mujeres son tan relevantes para la sociedad como las que han desempeñado los hombres. Ese ejercicio ha abierto la puerta para que las mujeres ejerzamos oficios que, como el fútbol, nos estaban vetados o restringidos; pero, como es tan relativamente reciente, sigue siendo sorpresivo que las mujeres resultemos más o igual de buenas que los hombres en llevarlos a cabo. Comprendo que en ese contexto resulte natural trazar una escala de calidad en la que el nivel superior es lo masculino, pues es lo que, en cuanto pionero e históricamente monopólico, sirve de referencia.
Pero resulta que, si bien en esa y en otras áreas las mujeres tenemos mucho que aprender de los hombres, hemos trazado nuestros propios caminos, y así hemos ido demostrando que nuestro aporte a las ciencias, a las artes y a los deportes, entre otras cosas, no consiste en replicar muy bien lo que los hombres han hecho, sino en hacerlo de una manera diferente o complementaria que en no pocos casos ha resultado mejor o ha ofrecido soluciones.
Por ejemplo, en el caso del fútbol se habla de que ese ‘juego limpio’ que tanto se ha pedido en los torneos masculinos es más natural en los femeninos, pues las futbolistas no se tiran al césped a hacer show por cualquier golpecito, como lo hacen algunos cracks del fútbol masculino. Pero, seguramente, ante un partido de varones en el que haya habido juego limpio, nunca dirías que fue un partido de hembras, ¿verdad? Por cierto, para identificar y corregir nuestros comportamientos machistas, recomiendo inscribirse en el curso que acaba de lanzar la Unión Europea: Endema, Escuela Nacional de Desaprendizaje del Machismo. ¡Nos sorprenderemos de lo machistas que somos!