En el momento de escribir esta columna, Pedro Castillo aventaja a Keiko Fujimori por 0,48 %, y falta escrutar el 0,6 % de la votación. Al margen de cuál sea el resultado final, las elecciones de Perú nos sirven a los colombianos para viajar al futuro.
El caso peruano nos muestra que quien gane tendrá a la mitad del país en contra, con la consiguiente afectación de su gobernabilidad e impacto en el malestar social del país. Esa indeseable realidad que enfrentarán los peruanos puede jugar a favor de Colombia, pues tendremos unos 10 meses para observar cómo es vivir así, antes de que nos toque votar.
Y es que nos puede pasar algo idéntico, pues en términos de los extremos ideológicos que representan y del pánico que provocan entre sus contradictores, Castillo es a Gustavo Petro lo que K. Fujimori es a quien vaya a ser el candidato uribista. Por eso, si no queremos repetir el voto finish peruano tenemos que decantarnos en primera vuelta por el centro, casi que sin importar quién ocupe finalmente ese lugar. Escoger el centro es aceptar no ser completamente ganadores y no correr el riesgo de ser completamente perdedores.
Dicho lo anterior, reafirmo lo que escribí en una de mis recientes columnas, pero esta vez pondré más énfasis en mi llamado a los de derecha, pues creo que son los que podrán hacer una jugada más estratégica y viable. En ‘Lo que pasó en Ecuador’, a propósito de la elección presidencial en ese país, les dije a los de izquierda: “… quienes se preocupan por la posibilidad de que el país siga por la senda de la derecha tendrían que considerar que unirse al Pacto Histórico (el liderado por Petro) es la forma más clara de promover, por carambola, que el próximo presidente/a sea otra vez ‘el que diga Uribe’ ”; y a los de derecha les dije: “El triunfo de Lasso no debe darles esperanza ni alivio, pues la derecha en Ecuador no es asociada con lo que es asociada en Colombia. Allá no se habla de ‘falsos positivos’ ni del ‘no’ a la paz”.
Pero como Colombia y Perú comparten una historia similar en materia de lucha contra las guerrillas, su gente de derecha es más parecida, y es por eso que quiero agregar nuevos elementos al análisis. Por un lado, está visto que el discurso de mano dura con el que las derechas se hicieron elegir en décadas recientes se ha ido devaluando en la medida en que las guerrillas y el terrorismo que las caracterizó han ido desapareciendo y que la defensa a ultranza de los DD. HH. se volvió lo políticamente correcto. Por el otro, también es claro que desde la debacle venezolana el enemigo principal contra el que se han enfilado las derechas latinoamericanas es el socialismo del siglo XXI, que les ha servido para presentarse con éxito como un antídoto a la ‘venezolanización’ de las economías. El lío para ese extremo ideológico es que parece ser que ese enemigo también dejó de asustar. La pandemia dejó a muchas personas tan mal que no creen que pueda haber algo peor, así que no hay discurso de miedo que les pueda calar. Basta ver la intrepidez de los protagonistas del paro nacional.
Entonces, dado que las encuestas muestran que Petro pasará sobrado a segunda vuelta, les toca a los de derecha aceptar que aunque la imagen negativa del candidato de la Colombia Humana sea muy alta, volverle a enfrentar a un contendor uribista es jugar con candela. Y como un eventual apoyo público de la derecha a la opción de centro sepultaría a esta última, en determinado momento de la campaña a la derecha no le quedará mejor opción que dar ese apoyo, pero sin que nadie se dé cuenta. Algo así como hacer una donación anónima.
Otro tema. Gracias, Profamilia, por un nuevo paso valiente en pro de los derechos sexuales y reproductivos. Kit #MIA #Abortoseguro www.mia.com.co
Claudia Isabel Palacios Giraldo