Coincidiendo con el Día del Padre fue publicado el reporte bianual State Of The World’s Fathers, www.stateoftheworldsfathers.org , elaborado por las organizaciones Men Care y Promundo. Sus hallazgos muestran que los confinamientos asociados a la pandemia llevaron a los hombres a aumentar su participación en las tareas del cuidado no remunerado, pero que aún faltarían 92 años para lograr equidad en la repartición de dichas tareas. Entonces propone 7 acciones para acelerar el ritmo en esa materia; yo destacaré más adelante una de ellas.
El estudio fundamenta la necesidad de acelerar en que “las sociedades y las economías dependen del cuidado, no solo de la casa, los/as niños/as y los ancianos, sino de las estructuras sociales”. Leo esto y me pregunto si estaríamos en la convulsión social en la que estamos si hubiéramos cuidado más esas estructuras: las instituciones democráticas, la educación presencial, la información veraz, etc. Mi pregunta se sale del enfoque del informe, pero lo que este sí muestra claramente es que la habilidad de las mujeres para cuidar está siendo desaprovechada. Cita a Care International, que en un análisis de los comités de 30 países para el manejo del covid encontró que están compuestos solo en un 24 % por mujeres; y agrega datos de ONU Mujeres y del Fondo de Población de Naciones Unidas, que muestran que el 84 % de los equipos para enfrentar la pandemia están dominados por hombres.
Es posible que esta baja representación sea proporcional a la participación de mujeres en esos ámbitos de poder; pero aun así me parece cuestionable, pues si se trata de diseñar políticas que tienen que ver con el cuidado, la representación de quienes tienen más experiencia en cuidar debería ser superior. Esto me lleva a pensar que hay que sacrificar la tecnocracia en aras de darle cabida al conocimiento desarrollado de forma empírica, como es el caso de muchas de las formas de cuidado, y que, además, hay que darles un estatus más alto a quienes ejercen ese tipo de labores.
Es decir, así como esperamos que quien inventa una vacuna sea muy bien apreciado/a y remunerado/a por ello, deberíamos esperar que también lo sean quienes se encargan de que otros se mantengan sanos, bien alimentados, aprendan y se sientan amados. ¿Por qué no tener en esos comités de decisión a amas de casa, niñeras y empleadas del servicio doméstico, por ejemplo? Lo que estas personas hacen tiene un impacto en la sociedad tan importante como lo que hacen otras con amplio palmarés académico pero, como dice el estudio, son invisibilizadas, no pagadas o mal pagadas: “Las mujeres hacen 3 a 10 veces más cuidado no remunerado que los hombres y hacen el 70 % del cuidado no remunerado”.
Creo, entonces, que para aumentar el estatus de estos oficios hay que poner especial empeño en una de las 7 recomendaciones del informe: “Promover una ética del cuidado masculino en las escuelas, los medios y otras instituciones clave en las que se crean y refuerzan las normas sociales”. Con más hombres orgullosamente cuidadores competentes, el oficio de cuidar será más apreciado en general, será más factible que las mujeres entren al mercado laboral ya despojadas de la sobrecarga doméstica, y tanto hombres como mujeres tendrán más posibilidades de poner al servicio de retos fuera del hogar aquellas habilidades que se desarrollan al ejercer labores de cuidado. Por ejemplo, al reto de frenar con mayor efectividad la expansión de una pandemia y de atender oportunamente sus consecuencias. Así quizá llegará el día en que ser buen cuidador equivalga a ser un goleador, un rockstar o un CEO.
A propósito… Para quienes andan por ahí como si ya no hubiera pandemia, repitan conmigo: la vacuna no impide el contagio, la vacuna no impide el contagio, la vacuna no impide el contagio.
Video Lectura de la Columna.
Claudia Isabel Palacios Giraldo