La última lección del profe Rafa

Me ha resultado asombroso descubrir que el cuerpo médico ignora que los pacientes tenemos el derecho a decirles que no.

Desde ayer, Rafael Fernando Rojas Plazas descansa en paz, como él quería. En 2018, sano y a sus 61 años, supo que podía firmar un documento de voluntad anticipada sobre muerte digna y no dudó en hacerlo. A pesar de eso, 6 años después, cuando quiso hacer valer su decisión, debió luchar lo que no imaginó para lograrlo. Así fue como don Rafa, docente de ciencias sociales por más de dos décadas, dio su más importante lección en el último año de vida: hacer respetar su concepto de dignidad. “Enfermarse va con la dignidad de la vida, pero padecer y deteriorase no”; con esa frase explica un principio moral que lo rige, pero que los médicos tratantes del cáncer que le diagnosticaron, Cosmitet y la Clínica Rey David, de Cali, no respetaron.

No solo tuvo que acudir a internet para verificar qué significa la palabra ‘mieloma’, impresa en el papel que le entregó la oncóloga sin darle mayor explicación, sino que tuvo que soportar que le insistieran en hacerse quimioterapias a pesar de que él solo quería cuidados paliativos y debió enfrentar que le dijeran que su solicitud de eutanasia era muy temprana. “Los médicos quieren una degradación absoluta de la condición humana. Me decían ‘usted está bien’. Yo les respondía ‘¿bien de qué?’. No es solo respirar lo que te hace vivir. No puedo caminar, no puedo leer, no puedo hacer lo que hacía antes. Me ha resultado asombroso descubrir que el cuerpo médico ignora que los pacientes tenemos el derecho a decirles que no. Quizá se sienten por encima de uno porque tienen conocimientos que uno no tiene”.

Rafael tuvo la suerte de encontrar la Clínica Jurídica de la Salud, de la U. Cooperativa, que, en conjunto con la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente, vela por hacer respetar los fallos de la Corte que han validado el derecho a la muerte digna. Pero ni con los veredictos a su favor del Juzgado Quinto Penal de Cali y del Tribunal superior del Distrito pudo lograr que le hicieran el procedimiento.

Como consta en documentos con los que Cosmitet le respondió a la justicia, el comité conformado para tratar su caso le negó la solicitud luego de decidir que la enfermedad no le estaba generando sufrimiento ni agonía y porque la motivación fue una decisión del paciente y no una falla del tratamiento. Estos argumentos son contrarios al principio de respeto a la autonomía y al significado de sufrimiento de los pacientes, con los que la Corte ha garantizado el acceso a la eutanasia. Además, desconocen que la función de dichos comités es solo verificar si el paciente cumple con tres requisitos: tener una enfermedad incurable, estar en pleno uso de conciencia y padecer un sufrimiento insoportable.

Diciembre y enero fueron los meses más tristes de su vida: “Estuve postrado en cama. Usé pañal. En mis creencias me pareció muy agresivo tener que mostrar mis desnudeces a mi hermana y a mi compañera, y que ellas tuviesen que limpiarme, bañarme, vestirme”.

Rafael perdió 17 kilos y se encogió 13 centímetros; aun así, sacó fuerzas para ir al Fomag a exponer su caso. Esta entidad tramitó su solicitud con la Clínica Valle del Lili, que en menos de dos semanas le dio respuesta positiva. “Quiero que mi caso se conozca para sensibilizar al personal de salud, para que los pacientes sepan cuáles son sus derechos y para que la gente vea que para morir no hay que sufrir”, me dijo cuando aceptó darme la entrevista que transmitiremos por redes sociales este domingo, y me lo reiteró luego de leer y aprobar esta columna, unas horas antes de despedirse de sus seres más queridos, de disfrutar las comidas que lo hacían feliz aunque no fueran la dieta apta para su enfermedad, y de agradecerle por última vez a Liliana, su compañera de vida, por respetar valiente y amorosamente su decisión. Chao, don Rafa, gracias por esta lección de vida.

Claudia Isabel Palacios Giraldo

AnteriorQue lo cortés no quite lo valiente
Siguiente¿Sabe usted si sus hijos saben leer?