El viralizado insuceso ocurrido cuando algunos asistentes a los grados de la Universidad de los Andes en el Movistar Arena intentaban estacionar me llevó a recordar unas palabras de uno de los colombianos que más ha trabajado por la eliminación de la violencia en Colombia. Leonel Narváez, sicólogo, sacerdote y creador y director de la Fundación para la Reconciliación, suele decir que la principal razón por la que nos matamos los colombianos es la ‘puta rabia’.
Lo dice así, usando lenguaje castizo, porque eso es lo que le han mostrado los 20 años que llevan él y su equipo investigando y desactivando conflictos de todo tipo. Nada más y nada menos que 980.000 colombianos/as y más de un millón de personas en otros 15 países se han beneficiado de pasar por las ES.PE.RE. (Escuelas de Perdón y Reconciliación) o por alguna de las otras 4 propuestas metodológicas que han desarrollado en la Fundación para provocar algún tipo de paz sostenible; llámense perdón, reconciliación o convivencia.
Su diagnóstico está sustentado también con las cifras de Medicina Legal: de los 13.441 homicidios que hubo en Colombia en 2022, ‘solo’ el 15 % se debieron a violencia sociopolítica (grupos al margen de la ley y hechos del conflicto armado) mientras que el 71 % fueron por violencia interpersonal, en su mayoría ajuste de cuentas o riñas. A esto hay que sumarle una buena parte de las muertes por siniestros viales (8.301), pues –lamentablemente– conduciendo es como muchas personas desfogan o se cargan de eso… de la puta rabia. Estas cifras nos muestran que a la violencia que más muertos nos causa es a la que menos atención le prestamos. Es decir, mientras que para el 15 % de la violencia hemos intentado decenas de procesos de paz –cosa necesaria, desde luego– para el 71 % hacemos poco… o nada.
Le pregunto a Leonel Narváez qué es lo que deberíamos crear o cambiar para curarnos de ‘esa’ rabia. Me comparte 4 ideas: 1) Nos educan en el conocimiento, pero poco en el comportamiento, 2) Hemos naturalizado la venganza, 3) Quienes guardan rencores bloquean su sistema inmune, 4) Uno de los países más cristianos del mundo es uno de los más violentos. O sea, dice él, y ojo que es un sacerdote, la religión no nos ha servido para nada.
Esas ideas me llevan a decir otras 4 ideas que, aunque creo que son lógicas, para la mayoría parecen poco evidentes o innecesarias. La primera es que la educación que recibimos tiene que hacer más énfasis en la cultura de la no violencia, lo cual debe incluir manejo de emociones, aprecio por la vida, empatía por todo tipo de personas y romper las burbujas de privilegios y/o de carencias en las que cada quien vive y construye sus estereotipos. La segunda es que tenemos que crear unos pilotos de ‘oasis sociales’, donde experimentemos lo que es vivir sin agredirnos, a ver si así apreciamos y empezamos a desear eso que no conocemos: la paz. La tercera es que el sistema de salud debe establecer el cuidado de la salud mental como un eje transversal, al punto de que esto llegue a ser tan normal y fácil como cumplir un esquema de vacunación, o hacer un chequeo médico u odontológico anual. Y la cuarta, que el liderazgo espiritual, sea o no cristiano, se tiene que sacudir. Los sermones, las homilías y demás herramientas de culto espiritual son un vehículo muy poderoso para llegar a millones de personas y para crear un propósito común como sociedad: quitarnos el sello de país violento.
Volviendo al incidente que mencioné al principio, alguien me dijo: ¿y entonces qué, hay que dejarse joder? Se refería a si uno de los conductores debió haber dejado colar al otro para evitar el hecho violento. Me quedo pensando en si eso, por más que no sea lo justo y saque la piedra, es ‘dejarse joder’. Yo diría que es una apuesta valiosa para exterminar ‘la puta rabia’.
Claudia Isabel Palacios Giraldo