Me perdonan, pero creo que, en nuestros tiempos, el Día de la Madre es más para lamentar que para celebrar. Cada día, el ICBF recibe 65 casos de maltrato infantil, y en lo que va del año ha aumentado 23 % el abuso sexual a menores de edad, según Medicina Legal.
Cuando el maltrato infantil no está determinado por la criminalidad, lo está por la incapacidad para manejar a un menor de edad, que, como es natural, puede ser inquieto o desobediente. Y nadie, por educado y paciente que sea, puede garantizar que va a resistir la tentación de parar un berrinche con una palmada, un pellizco, un grito o, incluso, con un maltrato peor.
Por eso traer personas al mundo no debería ser un derecho per se, quien lo hace puede generar un impacto tan malo (o tan bueno) para la sociedad que la reproducción debería estar permitida solo para quienes asuman el compromiso de prepararse para ser excelentes padres de familia. No concebiría uno que una empresa que pretenda ser exitosa contrate a cualquiera que pase por enfrente. Lo responsable es que seleccione a quienes tienen la formación profesional y actitudes para contribuir al éxito de ella.
Casos como el de la madre que vende a su hija para que la exploten, evidencian que la sociedad está siendo demasiado garantista con el libre desarrollo de la personalidad.
Así mismo debería pasar en una sociedad que ha acordado como derecho el tener oportunidades básicas de desarrollo. ¡Cómo pretendemos cumplir ese objetivo si alrededor de la mitad de los padres de los más de 600.000 bebés que nacen cada año en Colombia no planearon o no quisieron traerlos al mundo! y, peor aún, si como sociedad vemos en el maltrato a los niños un hecho estadístico, lo que es evidencia de nuestra mente enferma. Nunca habrá recursos suficientes para que el Estado cubra lo que los padres de familia no dan o no hacen por sus hijos. Una sociedad que no ‘contrata’ padres responsables está condenada al fracaso.
Por eso, casos como el de la madre que vende a su hija para que la exploten, y que son solo uno de los miles que ocurren al año, evidencian que la sociedad está siendo demasiado garantista con el libre desarrollo de la personalidad. A esa mujer no se le debió haber permitido se madre. Los médicos, las enfermeras y la empresa de salud que atendieron su embarazo debieron haber identificado su incapacidad para darle una buena vida a esa bebé, y debieron entonces persuadirla para que abortara, dado que la Constitución lo permite.
Qué importante que un jurista se diera a la tarea de argumentar por qué un caso así no violaría la norma. El castigo físico o sicológico —incluso expresado en una vida de pobreza— atenta más contra la vida de un niño que el hecho de decidir no traerlo al mundo. Lo evidencia esta conferencia del doctor Jorge Tamayo para RedPapaz, https://youtu.be/_s1yZpulLiQ, que compila estudios que revelan cómo el hipocampo y la amígdala cerebral de un adulto que fue maltratado en la niñez son menos desarrollados, reaccionan a los retos normales de la vida como si fueran amenazas, incluso si solo fueron testigos de maltrato a otros y si ‘solo’ fueron maltratados verbalmente o con palmaditas. Y, peor aún, muestra que el maltrato transforma los genes, por lo que las consecuencias psicológicas de este se heredan. Por favor, no dejen de verla.
Estamos en mora de crear un test que defina, con los más rigurosos y respetuosos estándares, la afinidad de las personas con la maternidad/paternidad. Eso liberaría a muchos de convertirse en padres/madres por el solo hecho de que es la ley de la vida, de que no pudieron aguantar la ‘encamada’ o de que vieron que esa era la única manera de volverse importantes dentro de su entorno. No está mal no querer ser mamá o papá; en cambio, sí lo está traer hijos para los que no hay tiempo, paciencia, amor o recursos básicos.
Ojalá merezcamos que este domingo nos digan ‘feliz día, mamá’, ¿y si no, qué?
CLAUDIA PALACIOS