Pasar de 55 a 85 mujeres en el Congreso es el resultado de dar mucha cantaleta. Sí, me doy el permiso de usar esta palabra coloquial porque a propósito de ese avance en el Legislativo la quiero reivindicar. Cantaleta es eso que damos las mujeres, que dizque les pone los nervios de punta a hijos, esposos, vecinos, compañeros de trabajo y hasta a algunos jefes. ¡Pero qué tal que no fuera por la cantaleta! Mirémoslo en términos políticos: En los últimos 4 años fueron aprobadas 36 leyes con enfoque de género. ¡36 de las 81 que han sido aprobadas desde 1991, y de 45 desde que se creó la bancada de mujeres, en 2006!
Díganme, pues, si no es efectivo dar cantaleta sobre estos temas. Esas 36 leyes contienen garantías para repartición de baldíos con equidad de género, incentivos para promover empleo y empresa de mujeres jóvenes y cabezas de familia, imprescriptibilidad de la acción penal por delitos contra la integridad sexual, creación del registro de deudores alimentarios morosos, establecimiento de la licencia parental compartida, libertad para seleccionar el orden de los apellidos, garantías para obtener reconstrucción de seno tras un cáncer de mama, entre muchas otras disposiciones. Todas estas leyes, incluso algunas de ellas abanderadas por hombres, han salido adelante gracias, en buena parte, a ‘la cantaleta’ de la bancada de mujeres del Congreso.
Ahora bien, respecto a los partidos políticos, de algo sirvió la cantaleta para que incluyeran mujeres en sus listas, que esta vez tuvieron 6 % más mujeres candidatas que en las últimas elecciones legislativas, aunque están en gran deuda por el escaso impulso a sus mujeres miembros para aspirar a la presidencia. Por otro lado, la alta votación que obtuvieron mujeres como Francia Márquez, María Fernanda Cabal y Nadia Blel mostraría que los votantes están superando el sesgo tradicional de relacionar el liderazgo con lo masculino y que la ciudadanía va dando pasos firmes en valorar la forma y el fondo del discurso femenino, sea el que sea, pues nada más estas 3 mujeres dejan en evidencia (por si acaso no era ya claro) que las mujeres no somos un grupo homogéneo.
¿Qué debemos esperar de un Congreso con 30 % de mujeres? Extraigo casos de información suministrada por ONU Mujeres: Si nos guiamos por un estudio de equidad de género de la Ocde sobre 27 países, la mayor presencia de mujeres resulta en un mayor gasto e inversión en temas de cuidado.
En Bolivia, por ejemplo, los municipios liderados por mujeres aumentaron considerablemente los gastos en salud, educación y ambiente, en contraste con los liderados por hombres, que priorizaron la infraestructura. Cuando Ruanda y Sudáfrica tuvieron más mujeres legisladoras se lograron leyes más afines a las necesidades de las mujeres en materia de herencia de la tierra y derechos reproductivos. Y en Estados Unidos, en un estudio de 2004, se encontró que las mujeres congresistas tenían un estilo más consensual que el de los hombres y propiciaban liderazgos más rotativos, colaborativos y menos individualistas.
Así que celebro que las mujeres sean el 30 % del siguiente Congreso, pero advierto que aún no podemos celebrar la llegada a la meta. Las mujeres deberíamos estar representadas por lo menos proporcionalmente según la composición demográfica, en la que somos el 51 %. Pero no es poca cosa que hayamos quedado por encima del 25,1 %, que es el promedio mundial de participación de mujeres en los legislativos, y solo 2 puntos por debajo del promedio en las Américas. Esto muestra la oportunidad y responsabilidad que tienen las 85 mujeres congresistas electas, 71 % de las cuales se estrenarán en sus cargos. Las invito a dar cantaleta para priorizar el enfoque de género, por encima de todas las legítimas y necesarias diferencias que puedan tener.
Claudia Isabel Palacios Giraldo
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