La potencial aprobación de la enmienda 28 de la Constitución estadounidense podría simplificarse con la frase ‘Del hecho al dicho’ porque diría sobre el papel lo que en cierta medida ya es una realidad en la práctica, especialmente si se compara con lo que pasaba cuando dicha enmienda fue propuesta, hace 50 años. La enmienda, conocida con la sigla ERA, de Equal Rights Amendment, garantizaría constitucionalmente la igualdad de derechos independientemente del sexo de las personas. Para algunos, esta causa es innecesaria, dado que Estados Unidos, sin haber tenido esta enmienda, ha sido incluso pionero en la conquista de derechos para las mujeres, y también porque está visto que la igualdad no se garantiza por el hecho de estar escrita en la Constitución.
Esto sí que lo sabemos en Colombia, donde, aunque el artículo 13 de la carta magna dice que nadie podrá ser discriminado por su sexo, raza, etc., las cifras nos confirman que el papel aguanta todo. Basta ver el desempleo consolidado del 2021, revelado esta semana por el Dane, que muestra una brecha de 7,5 % en detrimento de las mujeres; o los 267 feminicidios que, según Feminicidios Colombia, hubo el año pasado.
A pesar de los dos mencionados argumentos de los opositores de ERA, los recientes fallos estatales que limitan derechos alcanzados por las mujeres, como es el caso del derecho al aborto, y la esperada decisión de la Corte Suprema, que podría tumbar a nivel federal ese mismo derecho, evidencian que la aprobación de la enmienda 28 es mucho más que el formalismo de pasar ‘del hecho al dicho’. Justamente la amenaza sobre los ‘hechos’ requiere una defensa con la fuerza de los ‘dichos’, y qué mejor que la Constitución para decirlo bien claro.
Así lo explica uno de los grupos que promueven la enmienda, que, en su página, https://www.eracoalition.org/, narra recientes casos de mujeres que han perdido demandas por situaciones como no ser remuneradas de manera equitativa, haber sido despedidas del trabajo por estar en embarazo, o incluso haber sido abusadas sexualmente. La enmienda 28 sería, entonces, un poderoso argumento jurídico para que hechos así no se repitan.
ERA, que como proposición fue aprobada por el Congreso en 1972, estuvo dormida casi 20 años, ya que no se logró que 38 estados –el requisito de tres cuartas partes del total– la ratificaran en el tiempo establecido por el Legislativo, aunque este hizo una prórroga. ¿La razón? El activismo religioso, que en su momento argumentó que ERA abriría la puerta a que los baños fueran neutros, o a que las mujeres fueran enviadas a la guerra, entre otras cosas que ya sabemos que han ido pasando sin necesidad de esta enmienda. Pero el resurgimiento de la lucha por la igualdad de género, impulsado en buena medida por el movimiento #MeToo, despertó el debate sobre esta enmienda, al punto de que Nevada la ratificó en 2017, Illinois en 2018 y Virginia en 2020, con lo cual se completó el número de Estados requeridos para añadirla a la Constitución.
Los opositores desplegaron su arsenal jurídico para impedir la continuación del proceso, argumentando que 5 estados habían tumbado la ratificación de la enmienda y que el plazo dado por el Congreso ya había vencido. No obstante, hace un año la Cámara de Representantes votó a favor de remover ese plazo, y la semana pasada el presidente Biden instó al Congreso para que de inmediato reconozca la enmienda.
Además, recordó que la está apoyando desde que tenía 29 años, cuando hizo campaña para el Senado por primera vez. ¡Vaya paciencia! Un indicador de que, si no se logra aprobar la enmienda 28 aprovechando la Cuarta Ola del Feminismo, en la que nos encontramos, EE. UU. se encamina a repetir lo que pasó con la enmienda 27, incluida en 1992: tardó 202 años en ser aprobada.
Claudia Isabel Palacios Giraldo
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