Fue presentado el libro del encuentro de feministas mayores de 60 años, realizado en 2024. Me tiene conmovida el propósito: “Entregarles a las generaciones de feministas jóvenes de hoy… lo vivido en los setenta y ochenta del siglo anterior… No se trata de una verdad acabada sino de elementos para que sigamos reflexionando sobre lo que significa ser feministas de la ola que sea…”.
No pudo ser más oportuna la entrega de este legado. Llega cuando la Cuarta Ola del feminismo siente los embates del desgaste propio de los fenómenos sociales. Hoy es evidente la repulsión de quienes no han encontrado su lugar en el mundo que estamos construyendo –o reconstruyendo– las mujeres. Los éxitos de movimientos como #Metoo, #NiUnaMás, #NiUnaMenos, materializados en leyes contra el feminicidio, endurecimiento de legislaciones sobre acoso sexual, creación de Secretarías de las Mujeres, decisiones de descriminalización del aborto, posicionamiento de la economía de cuidado en las políticas públicas y en mayor conciencia de las mujeres sobre nuestros derechos, entre otros logros, han puesto contra las cuerdas a quienes no han querido entender que esto no es moda ni capricho, sino una necesidad para que todos, no solo las mujeres, vivamos mejor
Esos (y esas) se están rebelando y están haciendo daño porque muchos siguen ocupando los lugares de poder. Basta ver las desafortunadas declaraciones del papa Francisco sobre un supuesto ‘feminismo exagerado’ que, según él, ‘promueve que la mujer sea machista’. ¡Vaya desconocimiento de conceptos!, tan grande como efectivo para que los seguidores del pontífice se refieran a los feminismos desde sus prejuicios, temores e ignorancias, en lugar que desde la razón, la conciencia y el conocimiento.
Por eso, gracias a las feministas 60+, que con la compilación que han hecho recuerdan que esta es una carrera de resistencia y de relevos, en la que “los cambios se logran colectivamente, no individualmente”, como lo dijo Florence Thomas en su discurso de bienvenida: “… más de una vez nos tocó contradecir al patriarca que muy difícilmente nos daba la palabra… sin olvidar que teníamos que aprender a domar a ese patriarca que todas teníamos adentro… aprendíamos a pasar de la rivalidad a la solidaridad, que aprendimos a nombrar como sororidad”.
Yo, esencialmente feminista liberal, recibo este legado retándome a pensar cómo trabajar con feministas anarquistas, con las que me distancio principalmente en sus modos de acción; o con las decoloniales, que me han ridiculizado y ofendido; y con otras de las que desconozco su ideología, pero con las que sé que no coincidimos en prioridades y métodos.
Las antecesoras de las mujeres 60+ nos dejaron derechos como el voto, el acceso a estudiar, a manejar nuestro patrimonio o a tener la patria potestad de nuestros hijos; las que hoy nos presentan este libro avanzaron en que esos derechos se ampliaran y se concretaran, al sacar de la vida privada las violencias, mandatos y credos que impedían que lo logrado sobre el papel se tradujera en la vivencia cotidiana de las mujeres. Además, abrieron el camino para separar la reproducción de la sexualidad y del placer, y por eso muchas hemos tenido más alternativas que ser “damas recatadas o putas descaradas”.
Pero esas tareas no están terminadas y están bajo amenaza. Por eso las feministas de ahora, que sabemos que ‘calladita no me veo más bonita, sino que no me veo’, tenemos que consolidar las conquistas de ellas y al tiempo atender los nuevos temas: sexualidades trans, prostitución ¿trabajo o esclavitud?, derechos menstruales y tantos otros. No lograremos acuerdos en todo, pero sí tenemos el deber de controvertir a la altura del legado, a ver si los públicos que corean que las mujeres somos nuestras principales enemigas dejan de pretender de una vez por todas que nos quedemos calladitas y que solo les parezcamos bonitas.
Claudia Isabel Palacios Giraldo