Estaba en noveno cuando al presentar un examen de sociales, para el que había estudiado a conciencia, olvidé un dato para responder una pregunta. Como quería sacar 10, abrí con sigilo la tapa de mi pupitre y obtuve el dato que me hacía falta. El profesor me descubrió. Sentí tanta vergüenza que no paré de llorar el resto del día. Desde entonces me dejó de importar el 10 per se, y muchos años después recogí esa y otras vivencias en una frase que suelo repetir: ‘por construir, no por competir; por evolucionar, no por agradar’.
Cuento esta anécdota a propósito de la consulta anticorrupción, pues si bien considero que es muy importante haberla votado, y que su resultado, a pesar de ser insuficiente en términos legales, debe ser acatado desde lo institucional, creo que cada ciudadano debe hacer una consulta anticorrupción a su conciencia, pues da grima ver que algunos creen que lo de la corrupción es un asunto ajeno. Si se han colado en una fila, cometido una infracción vial a conciencia, sobornado a un policía, buscado una ‘palanca’, acomodado su declaración de renta para pagar menos impuestos, pedido a los profesores de sus hijos que les suban la nota, y un largo etcétera, son corruptos.
Esos comportamientos, disfrazados como viveza, pragmatismo o recursividad, tienen todo que ver con la corrupción contra la que votamos el domingo, pero veo que muchos se creen tan buenos que no conectan sus acciones con las que rechazan. La encuesta de Cultura Política del Dane, cuyo más reciente resultado data de 2017, arrojó que entre el 2,7 % y el 3,6 % de los ciudadanos consideran justificable pagar un soborno para facilitar un trámite, acceder a subsidios, lograr la prestación de un servicio público, la eliminación de una multa o la reducción en el pago de impuestos.
El Barómetro Global de Corrupción 2016 mostró que entre el 11 y el 22 % de los colombianos encuestados pagaron un soborno para obtener algún servicio.
Pero que un bajo porcentaje de los ciudadanos considere justificados algunos sobornos no quiere decir que un alto porcentaje no esté dispuesto a hacer parte de uno en ciertas circunstancias, en las que la denominación personal sobre el mismo pasa de ‘hecho corrupto’ a ‘pecado venial o mentirita piadosa’. De hecho, el Barómetro Global de Corrupción 2016 mostró que entre el 11 y el 22 % de los colombianos encuestados pagaron un soborno para obtener algún servicio.
Espero que el Congreso apruebe las leyes propuestas y por proponer para combatir la corrupción, y que los jueces las hagan cumplir, pero como eso no está en mis manos, ni en las de la mayoría de los colombianos, replico una de las propuestas del estudio sobre corrupción del Externado, que señala que para combatir la corrupción es fundamental intervenir el entorno sociocultural desde la primera infancia, “para que en el desarrollo de valores se resalte la importancia de los procesos como de los resultados; se insista en la superación del egocentrismo, el control de impulsos y emociones, el respeto a los derechos de los demás y a los bienes colectivos y públicos”.
Y yo agrego que para combatir la corrupción es fundamental redefinir el significado del éxito, ampliar el abanico de posibilidades de realización personal socialmente aceptada, de manera que se depure la voracidad por perseguir a toda costa los mismos cargos, los mismos bienes, los mismos estilos de vida, y hasta la misma red de contactos de esa pequeña élite que la sociedad considera digna de aplaudir. Así también tendremos más gente ambicionando sanamente el éxito que puede procurarse con su propio trabajo, y menos gente dispuesta a hacer trampa para llegar al pedestal de un poder que no están en condiciones de manejar éticamente.
CLAUDIA PALACIOS