Seguramente esta es la pregunta que quizá con tono de frustración se están haciendo las personas que han dedicado años de trabajo a hacer que la sociedad avance en diversidad, equidad e inclusión, o DEI, sigla con la que se conoce a este trío de valores que se volvieron parte del discurso social, político, empresarial y académico, especialmente en las dos últimas décadas.
No es para menos, pues las medidas que ha tomado el presidente Trump contra las políticas DEI en menos de dos semanas de gobierno han sido arrasadoras: enviar a licencia remunerada y anunciar el despido de todos los funcionarios del gobierno federal que trabajen en DEI, prohibir que las personas transgénero hagan parte de las fuerzas armadas, requerir a las empresas que contraten con el Estado que demuestren que no aplican ‘prácticas ilegales’ de DEI, y calificar como discriminatorias este tipo de prácticas, entre otras órdenes y mensajes, dejan claro la importancia que el mandatario le da al hastío con las normas explícitas y tácitas sobre diversidad, equidad e inclusión, que llevó a que incluso muchos demócratas votaran por él.
Entonces, ¿hay que decir apague y vámonos o hay margen de acción para continuar fomentando una sociedad más diversa, equitativa e inclusiva? ¡Claro que lo hay!, pero hay que empezar por recobrar la calma y saber que lo que viene son cuatro años de turbulencia.
Empecemos por aceptar una realidad, que es tan válida en Estados Unidos como en el resto del mundo: aunque no se trataba de eso, muchos, ¡pero muchos, muchos!, entendieron por DEI que si ganan los negros pierden los blancos, si ganan las mujeres pierden los hombres, si ganan los pobres pierden los ricos, si ganan los LGBTIQ+ pierden los heterosexuales, y así sucesivamente. Y claro, se sintieron amenazados y se pusieron a la ofensiva, como lo han demostrado al elegir a candidatos que supieron leer y capitalizar esos temores.
Pero no solo sobre esos candidatos cae la responsabilidad de haber tergiversado o utilitarizado las políticas DEI; también hubo quienes estando de acuerdo con ellas convirtieron los valores DEI en argumentos para justificar la cultura de la cancelación, con posiciones radicales basadas en el resentimiento y la retaliación y, como dice la consultora en DEI Lily Zheng, en Harvard Business Review, usaron una “retórica que inflama la hostilidad y la polarización intergrupal”.
Es imperativo entonces corregir así como renovar la estrategia para enfrentar los embates y seguir avanzando, dado que los resultados de las políticas DEI, bien construidas y bien aplicadas, están documentados y que las inequidades no han sido del todo superadas. No es ‘carreta’ que una organización con enfoque en DEI mejora su clima, genera soluciones más innovadoras y potencia sus resultados económicos y de valor social. Repito, siempre y cuando sean bien construidas y aplicadas. Por tanto, la decisión de compañías como Meta o Walmart de revertir sus normas en esta materia está directamente relacionada con el regreso de Trump a la presidencia y con sus medidas anti-DEI, no con el fracaso de las estas.
Invito entonces a 3 cosas. 1) Despenalizar de sanción social y matoneo las discusiones sobre los temas DEI. Esto dinamita los puentes de entendimiento y recrudece la animadversión. 2) Que los/as candidatos/as se comprometan a no instrumentalizar lo DEI, dando un tratamiento sensato, sea a favor o en contra de estas políticas, que ni exacerbe ni pormenorice la motivación de estas. 3) Que las personas que han tenido las condiciones o privilegios suficientes como para no tener la preocupación de ser excluidas de algo, y que a su vez han experimentado en sus entornos los beneficios de la DEI, persuadan a aquellos que están celebrando el desmantelamiento de estas políticas. ¿Dónde están los hombres, lo/as adinerado/as, los/as ‘no racializados/as’, dispuestos a hacerlo?
Claudia Isabel Palacios Giraldo