¡Que viva el asco!

Qué mejor acto de buena educación que evitar contagiar a otros de algún virus.

Sé que suena crudo, pues se trata de un virus que ha contagiado a más de 95.000 personas, ha matado a más de 3.000 y reducirá en medio punto el crecimiento de la economía mundial; pero, como a todo, hay que verle el lado positivo. El que yo le veo es que nos puede hacer más limpios. Veamos por qué: la medida no farmacológica más efectiva para prevenir el contagio es lavarse bien las manos, particularmente antes y después de entrar al baño, de manipular alimentos, de tocar superficies que otros han tocado, de estar en contacto con más personas y al regresar a casa.

Según la OMS, una persona sana y no expuesta a ambientes contaminados debe lavarse las manos unas 7 a 8 veces al día, pero solo el 5 % de la gente sigue esta recomendación correctamente: unos 30 segundos de estregar dedo por dedo, yemas, palma, dorso y muñecas; y un buen secado, pues en manos mojadas se pegan más fácilmente los gérmenes. Si adoptamos por fin esta costumbre a causa del coronavirus, podremos, además, reducir los contagios de otras enfermedades como las diarreicas en un 40 % y las respiratorias, desde una gripa hasta una neumonía, en un 25 %.

La otra medida no farmacológica muy efectiva es el ‘distanciamiento social’, que va desde guardar una distancia mínima de un metro con otras personas para evitar que las gotitas o secreciones de saliva, mucosidad y lágrimas de un individuo se las traguen o aspiren los que están a su alrededor y viceversa, hasta reducir la visita a sitios: ir una sola vez por semana al supermercado en vez de todos los días, o hacer reuniones por videoconferencia en vez de presenciales; hasta medidas extremas como cerrar las escuelas. Pero resulta que cuando se hace el ejercicio de observar a qué distancia promedio hablamos con los demás, es bastante común que esta sea menor de lo higiénicamente aconsejable. Y ni qué decir de nuestra muy cultural saludadera de beso y abrazo con apretón, durante la cual el intercambio de gérmenes es un banquete. ¡Guácala!

Algunos dirán que cambiar esos hábitos de cercanía atenta contra la calidez de las relaciones humanas e incluso contra la buena educación, pero, al contrario, ¡qué mejor acto de buena educación que evitar contagiar a otros de algo que les puede generar días de incapacidad, costos médicos e innecesarios malestares físicos! Si les sigue pareciendo muy hostil adoptar medidas ‘de lejitos’, lean esto que encuentro en la página web de la OMS: “En una hipótesis de pandemia moderada, las medidas tempranas de distanciamiento social disminuyeron la tasa de ataque de aproximadamente el 10 % al 7-8 %. En una hipótesis de pandemia grave, dichas medidas reducen la tasa media de ataque de aproximadamente el 23 % al 21 %. En ambos casos estas intervenciones no farmacéuticas demostraron ser tan efectivas como el uso focalizado de antivirales”.

De manera que es el tiempo para que los asquientos podamos vivir a nuestras anchas. Yo me pego al gesto que le hizo el ministro del Interior de Alemania, Horst Seehofer, a su jefa, la canciller Angela Merkel, a quien dejó con la mano extendida cuando esta pretendía saludarlo con un apretón de manos, como manda la costumbre social; e invito a todos a que, como ella, que reaccionó con sonrisa y evidente entendimiento, no nos ‘deliquemos’ porque nos dejan con la mano extendida. Más bien, que sea esta la oportunidad para institucionalizar nuevas maneras de saludarnos: un choquecito de codos o de tobillos, como ya veo en algunos videos que circulan por ahí; o como leo que están diciendo ahora en México, “con un hola es suficiente”.

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