Desde luego que el uso de la palabra ‘atenidos’ fue un desatino de la Vicepresidenta. Esa palabra, que no era la precisa para lo que estaba diciendo –como lo creo evidente al ver la entrevista completa– fue la que llegó a su mente mientras daba una larga entrevista en vivo a Noticias Caracol. Le pasó tal cual lo que nos pasa a todas las personas diariamente con el lenguaje oral, tropezamos con las palabras, empezando por los periodistas, que improvisamos comentarios en vivo en radio o en televisión, sobre lo divino y lo humano.
Algunos lo hacen con tal convicción que se abrigan con un manto de autoridad intelectual y moral que no tienen, y terminan cayendo en algo que con frecuencia critican: el populismo, en este caso ese con el que saben que sus contenidos generan más likes y clics. Se conforman con creer que interpretan a la gente más vulnerable, sin preocuparse por ponderar en su debida dimensión las dificultades de gobernar un país o de gerenciar una empresa, en medio de la barahúnda de normas, de los juegos políticos, de las limitaciones de dinero y de la idiosincrasia.
Menciono la idiosincrasia para volver a lo que dijo la Vicepresidenta, pues si bien, repito, usar esa palabra fue un desatino, desafortunadamente no se puede contar con que todas las personas naturales y jurídicas están haciendo todo el esfuerzo para salir de los problemas derivados de la pandemia y el confinamiento. Baste ver la cantidad de gente que no cumple medidas tan sencillas como usar un tapabocas. Y, aunque sean una porción mínima y muchos no lo hagan por desafiar sino por desinformados o por falta de entendimiento, la realidad es que con solo uno que no cumpla nos afectamos todos, sea por el no uso del tapabocas o por aprovechar beneficios del Gobierno sin necesitarlos, como lo hacen aquellos que se acogen al aplazamiento en el pago de impuestos, aunque puedan pagarlos en las fechas previstas antes de la pandemia.
El punto es que es una lástima que los titulares de la mencionada entrevista se hayan quedado en el uso de la palabra ‘atenidos’ y en los descalificativos para una funcionaria cuya carrera pública comprende decenas de ejemplos de servicio al país, que, aunque pareciera que algunos no quieren reconocerlo, también han beneficiado a los más necesitados.
De hecho, el mensaje de fondo de la mencionada entrevista fue justamente una propuesta para favorecer a los trabajadores; habló de repensar el modelo económico, de evaluar si es ético, justo y socialmente conveniente: “Si las utilidades de las empresas aumentan por encima del promedio de los últimos años, mi propuesta es que sobre ese aumento los accionistas les den una participación a los trabajadores… que tengan un bono de productividad… Creo en el capitalismo, en la inversión privada, pero en una inversión con sentido mucho más solidario con todos los ciudadanos” fueron algunas de sus palabras, que desafortunadamente pasaron sin pena ni gloria.
Sobre esta propuesta, que se me hace tan revolucionaria que no parece de un gobierno de derecha, consulté a varios dirigentes gremiales. Uno de ellos me dijo que le parece sin fundamento y que ya muchas empresas colombianas, a través de bonos anuales, reparten utilidades entre sus trabajadores, y aplican el “capitalismo consciente”. La conversación nos llevó a un tema más sensible, pues dijo que “en una argumentación jurídica, el Gobierno podría ser acusado de negligente en mitigar el daño producido con las medidas para contrarrestar la pandemia, pues si estas afectan más a unos que a otros, hay que compensar a los que se afectan más.” De temas así deberíamos estar hablando los periodistas, aunque sea más difícil hacer titulares con ellos, nos exijan más estudio y nos den menos figuración que el tan taquillero ataque al clasismo.
Claudia Isabel Palacios Giraldo