Oposición ‘sushi’

El vecindario tiene una clara experiencia de oposición exitosa, que es la de los partidos chilenos.

Hace unos 20 años, cuando apenas un restaurante en Colombia vendía sushi al alcance del bolsillo de la clase media, resultaba entre complejo y chistoso el uso de palitos para agarrar los bocados, y ni qué decir del wasabi que algunos nos tragamos entero pensando que era guacamole. Ese recuerdo viene a mi mente ahora que entramos en un periodo político desconocido para la mayoría de la población.

Por primera vez, una verdadera oposición tiene la oportunidad no solo de existir sino de marcarle límites al gobierno en ejercicio. Esto, que pareciera una obviedad de la democracia, solo es posible ahora, cuando el estatuto de la oposición –fruto del acuerdo de paz– da las garantías para que el ejercicio de esta no sea asociado a afinidad con fuerzas al margen de la ley, como lo fue mientras las Farc fueron guerrilla.

Entonces, muchos estamos como la primera vez frente a un plato de sushi, preguntándonos ‘¿esto con qué se come?’. Ya tenemos indicios. Por ejemplo, la oposición no es un grupo de personas que piensan igual, como se deduce de los seis partidos declarados así: Polo, decentes, ‘verdes’, UP, Mais.

Por primera vez, una verdadera oposición tiene la oportunidad no solo de existir sino de marcarle límites al gobierno en ejercicio.

Aunque han presentado hasta el momento 14 proyectos de ley que respaldarán conjuntamente, las diferencias empezarán a ser notorias, creo yo, el día de la posesión del presidente Duque, para cuando el senador Petro tiene convocada una manifestación en protesta por los asesinatos de líderes sociales. Mientras que para unos esta protesta contra un gobierno que aún no ha ejercido se justifica porque consideran preocupantes las declaraciones hasta ahora dadas por el presidente electo o miembros de su gabinete respecto a este fenómeno delincuencial, para otros es la evidencia de que la oposición petrista aprovechará cada sílaba del Gobierno para hacer campaña con miras a la presidencia del 2022. Y es precisamente a esto a lo que seguramente no le van a hacer el juego algunas de las otras fuerzas de oposición, que no ven a Petro como su opción presidencial para dentro de cuatro años.

La apuesta petrista por hacer oposición movilizando a la gente en las calles trae al recuerdo la decisión del ahora presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, quien, al perder la elección de 2006 contra Felipe Calderón por menos del 1 por ciento de la votación, no solo tuvo bloqueado el Zócalo del D. F. con campamentos de miles de personas que exigieron el recuento “voto por voto”, sino que mantuvo el país agitado en las calles todo el sexenio.

Las reformas electoral, fiscal, energética y muchos otros momentos del gobierno de Calderón sirvieron para que AMLO probara una capacidad de convocatoria que, no obstante, no le alcanzó para ganarle en 2012 a Enrique Peña Nieto, quien lo venció por más del 6 por ciento. La campaña en las calles por seis años no le funcionó.

El vecindario tiene una clara experiencia de oposición exitosa, que es la de los partidos chilenos que se unieron en la Concertación para derrocar la dictadura de Pinochet y terminaron gobernando por cinco periodos consecutivos. Y una muy desafortunada, la venezolana, que ha sido errática desde el momento mismo en que Chávez llegó al poder.

En el caso colombiano, uno de los desafíos es no dejarse tentar por el camino fácil: polarizar haciendo uso de interpretaciones, exageraciones, medias verdades o, incluso, mentiras magistralmente divulgadas por redes sociales. Para esto es indispensable que los opositores piensen en que el país necesita acuerdos. Por eso les pregunto, ¿será mucho pedir que, al menos en el primer año de gobierno, los partidos de oposición no piensen en las elecciones del 2022? Mi recuerdo sobre el sushi me dice que muchos pasaron de decirle ‘fuchi’ a volverlo parte de su dieta.

CLAUDIA PALACIOS

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