Mujeres, un recurso mal explotado

En la medida en que tienen más acceso al empleo formal son motores del desarrollo económico.

El informe presentado ayer por ONU Mujeres, titulado ‘Transformar la economía para realizar los derechos’, da cuenta de algo que, no obstante lo evidente que es, parece que estuviera velado: en la medida en que las mujeres tengan más acceso al empleo formal bien remunerado y a decidir sobre su reproducción, son motores del desarrollo económico de la sociedad. Pero, dice el informe hecho por Lucía Mina y Fernando Herrera, si bien en Colombia, entre 2006 y 2017, las mujeres pasaron de ser el 32,8 al 58,5 % de la matrícula en educación superior, la brecha en participación laboral se ha mantenido casi constante, 20 puntos por debajo de la de los hombres. Y, aunque en la última década las mujeres sin ingresos propios pasaron del 41 al 27 %, por cada 100 hombres pobres hay 120,3 mujeres pobres. Estas brechas son aún más pronunciadas entre las mujeres de menor educación, las más jóvenes, las que dieron a luz siendo adolescentes, las desplazadas y las campesinas.

El efecto de esto sobre la economía del país es enorme porque las mujeres son las principales aportantes de alrededor de un cuarto de los hogares, y cargan con el 80 % del cuidado de niños, ancianos y enfermos, que suelen ser oficios no remunerados, pero que si lo fueran moverían el 20 % del PIB.

¿Qué hacer? ONU Mujeres caracteriza en tres grupos a las mujeres que requieren políticas para desarrollar su potencial.

Las de ‘piso pegajoso’: son madres solteras, con bajo nivel de educación y que hacen oficios de casa. Para estas recomienda acceso a capacitación técnica y a tecnologías, como lavadoras, que minimicen el tiempo que dedican a actividades domésticas.

Las de ‘escaleras rotas’: tienen educación secundaria e ingresos medios por trabajos informales y, además, dedican más de 7 horas a tareas domésticas no remuneradas. Para ellas urge formalizar el empleo y fortalecer el Sistema Nacional del Cuidado, para que se liberen de tan alta carga doméstica.

Las de ‘techos de cristal’: tienen altos estudios, altos ingresos y alta participación laboral, pero ganan 12 % menos que los hombres de su mismo nivel, y dedican 6 horas y 57 minutos diariamente al trabajo no remunerado. Para ellas la propuesta es generar políticas en las empresas, como hacer públicos los puntajes de los procesos de selección. Y promover que la sociedad reconozca positivamente el liderazgo femenino.

Y hay propuestas que benefician a los tres grupos, entre ellas generar incentivos que hagan que los padres morosos en sus cuotas de asistencia alimentaria se pongan al día, y que los hombres se tomen en serio el oficio doméstico, pues solo dedican 3 horas y 25 minutos a esto por día.

El estudio cierra con la que creo que es la recomendación más urgente, puesto que tiene mayor impacto: la maternidad como opción, lo que implica acabar con la demanda insatisfecha de planificación familiar y las restricciones de la interrupción legal del embarazo. Dice que, en el caso de las mujeres con ‘pisos pegajosos’, las dificultades para acceder a anticoncepción terminan socavando sus proyectos educativos o laborales, y en el caso de las mujeres con ‘techos de cristal’, estas podrían estar restringiendo su fecundidad frente a un mundo laboral que prioriza un trabajador sin responsabilidades familiares.

Todo esto me lleva a pensar que las mujeres somos un recurso natural explotado con altos niveles de desperdicio. Por estarnos viendo con el filtro prejuicioso del género, en vez de como generadoras de conocimiento, valor y riqueza, el país se pierde del aporte que las mujeres pueden hacer al crecimiento de la economía. Y las mujeres, entre tanto, aún no nos hemos rebelado como toca para que los cambios que hay que hacer no queden a voluntad del empleador, pareja, político o juez de turno.

CLAUDIA ISABEL PALACIOS GIRALDO

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