Colombia es uno de los casos que evidencian que en materia de equidad de género existe el riesgo de estar como el dicho popular: “Mucho tilín tilín y nada de paletas”. Si bien el país está en nivel alto de desarrollo humano, se ubica en nivel medio-bajo del índice de paridad de género y en el nivel bajo del índice de empoderamiento femenino.
Estos nuevos índices de medición fueron creados por ONU Mujeres y el Pnud, organizaciones que analizaron en 114 países factores como la libertad de las mujeres para acceder a métodos de planificación familiar, educación, empleo y posiciones de liderazgo, así como la exposición de estas a violencias por el hecho de ser mujeres. Tras ello concluyeron que menos del 1 % de las mujeres viven en países donde las brechas de género son pequeñas y el empoderamiento de estas es alto. En contraste, vieron que las condiciones en las que viven la mayoría de las mujeres las llevan a alcanzar solo el 60 % de su potencial, 28 % menos que los hombres.
Uno de los hallazgos más interesantes de los llamados “índices gemelos” es lo que se evidencia exactamente en el caso de Colombia: “De los países analizados, 85 tienen bajo o medio-bajo empoderamiento femenino y baja o media paridad de género. Pero más de la mitad de estos 85 tienen alto desarrollo humano. Es decir, un alto desarrollo humano no se traduce automáticamente en empoderamiento femenino ni en paridad de género”. ¿Qué significa esto? Quizá el ejemplo que más fácilmente lo ilustre sea que el hecho de hacer muy bien las leyes no garantiza su cumplimiento. Es decir, tener buenas leyes contra la violencia machista nos da puntos en el índice de desarrollo humano, pero la alta impunidad en el cumplimiento de dichas leyes y la baja confianza de las mujeres en que esas leyes las pueden proteger nos hace estar en la peor lista de paridad de género y de empoderamiento femenino.
La estadística más elocuente de esta realidad es que en el mundo una de cada 3 mujeres mayores de 15 años ha sufrido algún tipo de violencia a manos de su pareja o de violencia sexual a manos de un desconocido. Aun así, menos del 10 por ciento reporta su caso ante la autoridad. Otro ejemplo se ve en las leyes de paridad para el acceso de mujeres a cargos públicos, las cuales no implican que quienes acceden a ellos no tengan que sortear tácitas normas sociales que hacen más pesada su experiencia laboral, como los sesgos sobre su capacidad o el acoso sexual.
Como los nuevos índices son una herramienta adicional que ahora tienen los gobiernos para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, lo que ONU Mujeres y el PNUD proponen es trabajar en el fortalecimiento de políticas para enfrentar lo que está impidiendo que se pase del dicho al hecho. Por ejemplo, enfatizar la llamada economía del cuidado, de manera que pueda acceder al empleo el gran porcentaje de mujeres que a pesar de estar educadas no tienen un trabajo remunerado porque deben priorizar el cuidado gratuito de hijos o adultos mayores. El informe, cuyo título es ‘Los caminos para la igualdad’, también señala la necesidad de hacer visibles y corregir las ventajas no cuestionadas que tienen los hombres, especialmente en lo que se refiere a ocupar roles de liderazgo. Para lograr todo esto se requieren mujeres empoderadas y hombres conscientes que ‘den las peleas’ en diferentes niveles, desde el hogar hasta la política. Pero, como estamos mal en el índice de empoderamiento, pareciera que estamos condenados a hacer avances pírricos en equidad de género. Urge entonces encontrar una vía para el empoderamiento que no dependa de los mecanismos convencionales, sino que se abra disruptivamente en el camino de las personas como la mejor alternativa para construir y desarrollar un proyecto de vida. Tilín tilín… ¡Vaya desafío!
Claudia Isabel Palacios Giraldo