La osadía de patear la lonchera

Si le hubieran impedido publicar la columna, el escándalo hubiera sido mayor.

La conclusión más fácil es que como los Gilinski, que han sido afines al expresidente Uribe, ahora son los dueños mayoritarios de Semana; y como Daniel Coronell, columnista más leído de esa revista, es el mayor contradictor y denunciante de Álvaro Uribe desde el periodismo, a Daniel le fue cancelada su columna en Semana porque los Gilinski lo pidieron, luego de que este cuestionó a la revista por no haber publicado el informe sobre la directriz del Ejército que abriría la puerta a nuevos ‘falsos positivos’ –en un gobierno uribista– a pesar de tener la misma información que sí publicó el NYT. Y, aunque esa conclusión fácil puede ser la verídica, veo pertinente hacer análisis difíciles.

Creo que nadie que sea tan osado como para ‘patear la lonchera’ pueda ser tan ingenuo como para no calcular las consecuencias que esto pueda tener. Incluso creo que, en ocasiones, quienes se atreven a hacerlo quieren provocar su despido para dar un mensaje de rechazo muy sonoro a algo que no comparten y que, en este caso, podría ser que el medio haya sido adquirido por un grupo económico y además afín al uribismo; o, quizá, anticiparse a un cierre de la columna en condiciones desfavorables.

No sé si este haya sido el caso de Daniel, y tampoco creo que estuvo mal per se que cuestionara al medio en el cual trabajaba; de hecho, también creo que las explicaciones de la revista sobre el caso en mención han sido insuficientes, pero, viniendo de uno de sus columnistas –el más leído–, la crítica fue un jaque mate. A pesar de esto se le permitió publicar la columna… un ‘fuego amigo’ en medio de los muchos fuegos que Semana ya está recibiendo por no haber publicado la investigación sobre el Ejército, de estar en manos de un grupo económico y de la crisis generalizada de los medios.

Aprovecho lo sucedido para hacer un llamado a las audiencias, pues no sé qué tan conscientes son de su cuota de responsabilidad en todo esto.

Claro, si le hubieran impedido publicar la columna, el escándalo hubiera sido mayor, pero no es poca cosa que la hayan publicado. Me pregunto cuántos de quienes se han ido lanza en ristre contra Semana harían algo similar en posiciones directivas o en sus propias empresas. Tiendo a pensar que el análisis de la mayoría sería que todos los vinculados a una empresa –sí, empresa, ¿o de dónde quieren que salgan el sueldo de los periodistas y la plata para hacer investigación?–, y especialmente los que gozan de posiciones superiores, tienen la libertad de renunciar si no comparten lo que en ella está pasando y que por lealtad y gratitud pueden hacerlo sin estallar una bomba antes de decir adiós.

No me cabe duda de que la columna de Daniel volverá más pronto que tarde en uno de los grandes medios escritos, así que no perderemos sus denuncias ni su rigor. Por eso, lo que ha pasado no lo lamento por él, que bien ganado tiene el prestigio que le permite ser escuchado sin necesidad de medios tradicionales, sino por los reporteros y por Alejandro Santos, su director, pues han sufrido una derrota que mina la credibilidad del medio en el que trabajan y su ardua lucha por sobrevivir. Algunos dirán que la opción era hacer como si nada, o sea, ¿pretenden que no se le respondiera semejante crítica a Daniel Coronell?, ¡esa hubiera sido otra osadía!, especialmente si Semana no tiene más explicaciones de las que le dio a La Silla Vacía sobre no haber publicado la investigación que tenía.

Aprovecho lo sucedido para hacer un llamado a las audiencias, pues no sé qué tan conscientes son de su cuota de responsabilidad en todo esto. ¿Se han puesto a pensar que si afinaran su criterio a la hora de informarse, si dejaran de consumir y retrinar fake news, desinformación y videos triviales y virales, o si pagaran por los contenidos periodísticos en vez de pretender que el buen periodismo deba ser gratis, los medios podrían sostenerse con la pauta publicitaria o con las suscripciones y no tendrían que estar buscando socios ricos que los liberen de la quiebra, y que, así no digan ni mu, provocan autocensura?

AnteriorAnécdota espiritual
SiguienteDiario deportivo