‘Descreste’ es la palabra que mejor describe, hasta el momento, una visita de una semana que estoy haciendo a Tokio. El manejo de basuras en edificios que más parecen museos que botaderos, donde generan energía con la incineración de residuos, el humo que sale por las chimeneas ni se ve ni se huele, y las cenizas que quedan del proceso son usadas para construir una colina sobre el mar, evidencia de que en la mezcla de tecnología y disciplina está el ‘secreto’ para resolver varios de los grandes problemas de la humanidad. Hablo de la disciplina porque para que pueda funcionar la tecnología de avanzada con la que opera la planta se requiere que cada familia separe sus residuos y los saque por categorías en los días dispuestos para cada tipo de ‘basura’.
Disciplina es uno de los 5 principios de la filosofía kaizen, con la que diferentes empresas japonesas jalonaron la industrialización del país, que, además, se basa en orden, limpieza, separación y estandarización, algo que se nota también en la preparación de los Olímpicos y Paralímpicos que Tokio albergará en 2020. La ciudad mostrará su nivel superior de cultura del reciclaje, ya que las 5.000 medallas que recibirán lo/as atletas ganadore/as de ambos juegos están siendo fabricadas con metales de dispositivos electrónicos que la ciudadanía entregó en los últimos años. Otra evidencia del compromiso de los japoneses con el planeta es la apuesta por el ahorro de energía, pues en pleno verano no hay aires acondicionados que bajen la temperatura a condiciones invernales, sino que la mantienen en un punto tolerable y de respeto tanto por las personas como por el medio ambiente. Decisiones todas posibles gracias al desarrollo de una clara conciencia de que cada individuo juega un rol para lograr los acuerdos de una sociedad que prioriza la convivencia. No de otra forma podrían irse solos los niños desde los 6 años a tomar el bus que los lleva al colegio. Sí, ¡6 años… solos!
Desde hace 5 años el primer ministro, Shinzo Abe, lanzó lo que el país conoce como Womenomics, para aumentar la participación de la mujer en la fuerza laboral
Por supuesto, hay retos, y muy grandes. Japón, aunque es uno de los países más desarrollados del mundo, ocupa el puesto 110 entre 149 medidos con el índice de brecha de género, no obstante que desde hace 5 años el primer ministro, Shinzo Abe, lanzó lo que el país conoce como Womenomics, para aumentar la participación de la mujer en la fuerza laboral. Lo hizo motivado, entre otras razones, por proyecciones como la de Goldman Sachs, que señaló que la economía de Japón podría aumentar 13 % si el país cerraba la brecha de equidad de género. Desde entonces, 2,8 millones de mujeres han entrado al mercado laboral, pero el mismo Gobierno calcula que 2,3 millones que desearían trabajar no pueden hacerlo porque están relegadas a los oficios domésticos, y, entre otras cosas, no hay suficientes jardines infantiles en donde dejar a sus hijos.
Japón está empezando la era Reiwa, que significa ‘Bella Armonía’, un motivador espiritual escogido por lo más granado de la intelectualidad del país, para que sea el sello del periodo del nuevo emperador, Naruhito, quien tomó posesión en mayo y volverá a hacerlo en octubre, esta vez en grandes festejos para el pueblo japonés y para dignatarios del mundo. Masako, la nueva emperatriz, a quien los medios se han referido como “la princesa triste” para aludir a la depresión que ha padecido, cuya causa sería no haber podido seguir desarrollando su brillante carrera diplomática después de casarse y no haber dado a luz un primogénito varón, tiene ahora –a sus 55 años– la oportunidad de reinventar el rol en el que la puso la historia. Si opta por recuperar su profesión, en vez de ser solamente ‘la consorte’, será el impulso que le hace falta a Womenomics y la materialización de la era de la ‘Bella Armonía’.