Fortuna desperdiciada

En buena hora para Colombia llega el resultado chileno.

Colombia ha tenido la fortuna de que los cambios sociales y políticos que caracterizan esta época de América Latina se han dado primero en países cercanos, lo que nos ha suministrado información por anticipado que debería habernos servido para potencializar lo positivo de dichos fenómenos y esquivar lo negativo. Pero… no ha sido así. ¿Aprenderemos esta vez?

Las elecciones del domingo en Chile, en las que la extrema derecha se quedó con 23 de los 51 escaños del Consejo Constitucional que redactará la nueva carta magna a pesar de que esta fue un reclamo y logro de la izquierda, derivada del estallido social de 2019, muestran claramente que el sistema electoral tal como está concebido no da suficiente información a los elegidos para leer correctamente al pueblo que vota y que este es más rebelde que fanático. Así lo evidencia no solo el triunfo de la derecha, sino el hecho de que más del 20 % de los votos fueran nulos.

El resultado no debería sorprender, pues los chilenos, que eligieron a Gabriel Boric en diciembre de 2021 con más del 55 % de la votación, solo 9 meses después le dieron la espalda al votar con un contundente 62 % en rechazo al texto redactado por su aplanadora de izquierda, que pensó que tenía un cheque en blanco para hacer cambios estructurales sin tener en cuenta ni a la oposición política ni a la ciudadanía, a pesar de que esta ya advertía su descontento. Qué mayor prueba de que suficientes personas están dispuestas a sacrificar el deseo de cambio si lo que avizoran es incertidumbre o caos y si no les dejan espacio para quedar en la foto de los triunfadores sino en la de los vencidos.

La fórmula de la izquierda chilena, que combinó arrogancia de poder con ignorancia del manejo político, en Colombia nos es familiar, como se ha visto con la hasta ahora fracasada reforma de la salud. Por eso es pertinente que el gobierno de Gustavo Petro analice con lupa lo sucedido en Chile.

Lo más evidente del resultado del domingo en ese país es que el péndulo que marca la opinión ciudadana de estos tiempos, cuya característica es la sobreexposición a información fragmentada, descontextualizada, amañada o mentirosa, tiene aún un impulso que le permite pasar de un extremo al otro más rápido de lo que una lógica sensata podría pronosticar. El consumo de información con esas características le mutila a la ciudadanía su capacidad reflexiva y le activa su máquina generadora de emociones, con lo cual esta espera satisfacciones inmediatas y se rebela cuando no las obtiene. Una razón de fondo para no seguir profundizando expectativas de cambio incompatibles con los ritmos de las vías democráticas y con la realidad de las finanzas nacionales, así como para reenfocar el llamado a la movilización social.

En buena hora para Colombia llega el resultado chileno. Ese país está mostrando que sin alianzas no se puede avanzar. En diciembre, cuando la ciudadanía vuelva a las urnas para votar por la Constitución que se escribirá con mayorías de derecha, se sabrá si ese grupo del espectro político aprendió la lección. Si insisten en una carta magna anquilosada en el pasado cometerán el mismo error de la izquierda con el ya fracasado texto de cambios extremos e inmediatos que solo fue útil para servirle en bandeja de plata a la contraparte los siguientes triunfos electorales.

En Colombia ya vivimos una historia así. La desconexión del anterior gobierno con la ciudadanía le facilitó el triunfo a Petro, quien ahora está cometiendo el mismo error al preferir hablar –o hablarles– a quienes lo aplauden, como si no se diera cuenta de que estos ya no son tantos como al principio. De nuevo la marcha de los acontecimientos en Chile le da a Colombia la fortuna de tener información por anticipado, pueda ser que esta vez esa fortuna no desperdiciada.

Claudia Isabel Palacios Giraldo

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