¿Clandestinizar la masculinidad?

Redefinir el concepto. Es parte de eso que todos queremos: cambiar el mundo.

Me pregunta un respetado colega si ha llegado la hora de clandestinizar la masculinidad, esto en respuesta a que tuiteé un artículo de EL TIEMPO titulado ‘¿Por qué en América Latina los hombres son tan machistas?’, en el que su autor –Pablo Galarce– señala que su esposa lo hace caer en cuenta de sus comportamientos machistas cuando, por ejemplo, siempre que va al mercado olvida comprar algo importante para la casa, o no tiene idea de cuántos pañales quedan para su hijo, o ella tiene que pedirle “ayuda” para que haga labores domésticas más allá de lavar los platos o tender la cama. Entonces le respondí a mi colega que hay que empezar por definir qué es masculinidad, y me puse en esa tarea, con ayuda de documentos suministrados por la Secretaría Distrital para la Mujer y de la observación y conversación con varios hombres de mi entorno.

Encuentro así que ser masculino es todo lo que marque la diferencia respecto a lo opuesto, es decir, a lo femenino. Y, dado que lo femenino está asociado a lo débil, frágil o delicado, masculino debe ser lo fuerte, indestructible y tosco; y, de paso, lo irresistible para las mujeres. Encuentro también que nuestra cultura nos lleva a enseñarles a los niños y niñas, desde muy pequeños, que el hombre debe demostrar esas características permanentemente para que no se ponga en duda su virilidad. Y por eso, algunos padres –papás y mamás– les roban la niñez a sus hijos cuando les dicen “no llores, que pareces niña”, “aguanta como los machos” o “no te dejes”.

El investigador Kally Halloway, en un ensayo para el libro No nacemos machos al que titula ‘La masculinidad está matando a los hombres’, dice que “el número de víctimas atribuibles a la masculinidad versan en torno a sus manifestaciones más específicas: alcoholismo, adicción al trabajo y violencia”, y cita a Terry Real, quien afirma: “La voluntad masculina para minimizar la debilidad y el dolor es tal que ha pasado a ser un factor de disminución de esperanza de vida. Los hombres morimos antes porque tardamos más en reconocer que estamos enfermos, y una vez que nos ha sido asignado un tratamiento somos menos consecuentes con él que las mujeres. La masculinidad es difícil de conseguir e imposible de mantener”. Las cifras del Inpec y de Medicina Legal confirman las teorías: de 80.395 condenados y en las cárceles a noviembre de 2017, el 94 % son hombres, y la relación de asesinatos en medio de riñas es de 8 hombres por cada 2 mujeres.

Entonces, solo por salud pública, urge cambiar la definición de masculinidad. La Secretaría Distrital de la Mujer plantea trabajar en que los hombres participen igualitariamente en las tareas del hogar, en la crianza de los hijos desde el embarazo y en el respeto a su propio cuerpo y al de las mujeres. Y yo agrego que, paralelamente, hay que trabajar en cambiar la definición de feminidad: no más mujeres que sueñen con príncipes azules o con supermanes que las mantengan y defiendan. Creo que el desafío de las mujeres visionarias de este tiempo pasa por estar dispuestas a dormir más noches solas, a vivir más modestamente o a no tener quien les mande flores. Hombres y mujeres nos critican por pretender acabar con los roles que creen que la naturaleza nos asignó, no importa. Las mujeres que promovieron el derecho al voto femenino en países latinoamericanos fueron tildadas de anarquistas, y hoy son recordadas con respeto hasta por los más retrógrados.

Entonces, mi querido H. R., puedo asegurar que entre los hombres más ‘machos’ que conozco hay varios que son gais, y sé de unos cuantos muy masculinos que resultan un estorbo para cualquier mujer. El punto no es clandestinizar la masculinidad, sino redefinir el concepto. Es parte de eso que todos queremos: cambiar el mundo.

CLAUDIA ISABEL PALACIOS GIRALDO

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