‘Amorosa-mente’

El amor eterno no está garantizado, ya que el cambio es connatural al ser humano.

Siempre he sostenido que cuando una relación de pareja se acaba ambos miembros tienen algún grado de responsabilidad en el rompimiento. Es más, creo que, con contadas excepciones, la infidelidad no es la causa sino la consecuencia del final de las relaciones. Es decir, en muchos casos cuando uno de los dos miembros de una pareja ‘pone cachos’ es porque la relación ya se había terminado aunque hubiera convivencia bajo el mismo techo.

Me refiero a relación en el sentido del lazo afectivo que incluye amor, pasión, respeto y compromiso diarios para el disfrute conjunto de los buenos momentos y el adecuado manejo de los malos. Por eso me ha llamado la atención que las controversias sobre la canción de Shakira con BZRP se centren en si Shakira debió monetizar su tusa y exponerla tan explícitamente y en qué tan villanos son Piqué y Clara Chía, sin que algo se diga sobre las posibles causales del deterioro del amor entre la cantante y el futbolista.

Por ejemplo, ¿cómo manejaban la toma de decisiones conjuntas sobre el hogar y los hijos, a pesar de que cada uno tiene el poder, el dinero y el reconocimiento como para lograr siempre imponer su voluntad?, ¿hubo lucha de egos?, ¿son ellos una evidencia de que una relación en la que la mujer es mayor que el hombre –10 años en este caso– funciona solo hasta cierta edad? Sigan ustedes con la lista de preguntas, que cualquiera que haya estado en una relación de pareja sabe la cantidad de situaciones que la desafían en el día a día.

El punto, creo yo, es qué hacer cuando las diferencias son insalvables, para lo cual pienso que debemos evolucionar en el entendimiento del amor. El amor es un recurso renovable, pero como el agua. O sea, corremos el riesgo de gastárnoslo más rápido de lo que lo regeneramos. Si se cuidan los bosques, se garantizan las fuentes de agua incluso en tiempo de sequía, cosa que no es suficiente porque en la medida en que esas fuentes se convierten en quebradas y ríos, hay que tener buenos hábitos de uso para no desperdiciarlas y, además, hay que poner plantas de tratamiento para atrapar los contaminantes que puedan convertirlas en cloacas.

En otras palabras, hay que trabajar para regenerar constantemente el amor. Aun así, el amor eterno no está garantizado, ya que el cambio es connatural al ser humano: no vemos el mundo de igual manera a los 20 que a los 40, cambiamos de gustos, de ritmo de vida, de intereses, en fin… realmente es un milagro del amor que una pareja permanezca unida a pesar de los inevitables cambios que experimentan sus miembros. Por eso, la lapidaria frase “hasta que la muerte los separe” debería desaparecer y dar paso a otras como: hasta que el amor los una, hasta que convivan felices, hasta cuando se complementen mutuamente, etc. Y los compromisos no deberían sonar a sentencia con grillete: ¡en la enfermedad, en la pobreza, en la adversidad! Más bien, el principal compromiso debería ser hablar a tiempo de lo que amenaza el amor, intentar siempre resolverlo, y ante el eventual desamor, no hacer cosas que causen más daño del que este trae consigo.

Volviendo a Shakira, yo defiendo su libertad de vivir su tusa como le plazca. No solo porque me gusta que dé ejemplo de cómo seguir rompiendo los moldes de comportamiento que la sociedad cree adecuados para las mujeres, sino porque a ella le sobran recursos de todo tipo para enfrentar las consecuencias de exponer su ira públicamente. Pero apreciaría que cuando la Shakira traicionada y herida sane, vuelva la Shakira que amorosa-mente, sabia-mente, profunda-mente y aguda-mente con sus canciones nos ayude a evolucionar en nuestra manera de concebir el amor, regalándonos las reflexiones que ha hecho al transitar por las aguas contaminadas del desamor. Ojalá pase… aunque sea con otro horroroso ritmo ‘urbano’.

Claudia Isabel Palacios Giraldo

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