Ante la realidad de violencia de género que impera en Colombia, que es extrema, algunos con contundencia afirman no estar en el grupo de los perpetradores de este tipo de violencia, pues no golpean, ni escupen, ni gritan, ni violan ni amenazan verbalmente a sus compañeras o a mujer alguna. Incluso se horrorizan con los detalles de los más de 180 feminicidios que ha habido en el año y califican como monstruos a los agresores. Pero si bien esto los excluye del grupo de quienes ejercen violencia contra las mujeres de manera directa, no implica que no estén entre quienes lo hacen de manera indirecta, y que sus acciones u omisiones no tengan relación de causalidad con los feminicidios y otros hechos que tanto rechazan. Por eso les propongo responder estas preguntas:
1.¿Ha compartido mensajes en los que el aspecto de la mujer es objeto de morbo o burla?
2.¿Ha divulgado o se ha reído de chistes sexistas, o ha considerado exagerados a quienes no lo hacen, con el argumento de que ‘no tienen sentido del humor’?
3.¿Ha pensado que una mujer está ‘regluda’, ‘menopáusica’, ‘mal comida’ o la ha calificado con adjetivos similares por una situación en la que ella haya hecho valer su punto de vista, su carácter o su autoridad?
4.¿Ha ejercido alguna acción que haya impactado desfavorablemente en el plan de carrera de una mujer basado/a en su aspecto físico, y/o en su condición de madre?
5.¿Ha llevado a cabo acciones que vulneren la autonomía de una mujer, incluso con el argumento de protegerla o liberarla de cargas?
6.¿Ha esperado a que su pareja lo atienda y haga sus labores domésticas, pudiéndolo hacer usted mismo?
Seguro la mayoría ha respondido sí a todas o a casi todas las preguntas, y quizá están pensando que este tipo de acciones pueden ser calificadas si mucho como machistas, mas no propiamente como violentas. Pero sí lo son, en la medida en que estas prácticas refuerzan estereotipos de los que se valen quienes atacan física o psicológicamente a las mujeres.
Ejemplos: que las mujeres son objetos al servicio de los deseos sexuales masculinos, o sujetos hiperemocionales de menor inteligencia, a los que hay que vigilar porque no pueden valerse por ellas mismas; o seres de los que hay que esperar subordinación y obediencia, a los que hay que dominar.
Entonces, puede ser que quien comparte un meme de una mujer en una pose erótica no sea un abusador sexual, pero sí le cabe la responsabilidad por avalar prácticas de las que se nutren y con las que se justifican los violadores sexuales. O puede ser que quien se queja de lo ‘regluda’ que está su jefa no provoque que esta pierda su trabajo, pero sí socava la posibilidad de que ella y otras mujeres gocen de un respeto, credibilidad y remuneración acordes con la preparación académica y experiencia laboral que tienen. Y sin duda hay muchos hombres que se sienten exculpados por no participar en las labores domésticas, pues llenan a sus hacendosas compañeras de halagos y flores, pero no relacionan la sobrecarga de trabajo de estas con el deterioro físico y el desgaste mental que ellas pueden padecer.
Son solo unos cuantos ejemplos de una lista enorme de violencias ‘sutiles’ que bien valdría aprender a identificar para honrar esta fecha en la que se conmemora el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer. Y recuerden que en este tema no se aplica aquello de que quien peca y reza empata.
Claudia Isabel Palacios Giraldo