Dado que la Conferencia Episcopal, en su comunicado de reacción a la sentencia C233/21 de la Corte Constitucional –que amplió el derecho a optar por la eutanasia, incluso sin padecer una enfermedad terminal–, dice que se pronuncia “con el ánimo de contribuir al diálogo y al discernimiento común sobre los valores que han de orientar la sociedad”, me animo a hacerles las siguientes preguntas a los reverendos obispos que lo firman:
1.En su comunicado dicen: “… concebir la autonomía humana como un poder soberano de determinación no favorece la construcción de un orden social en que podamos sentirnos prójimos…”. ¿Acaso esa negación de la autonomía como poder soberano no contradice lo que dicen los numerales 1178 y 1800 del artículo 6, capítulo 1, parte 3 del Catecismo de la Iglesia católica, promulgado por Juan Pablo II en 1992?: “La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho…”, “El ser humano debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia”.
2.Conociendo que la mayoría de los fieles de la Iglesia no somos versados en teología, como sí lo son ustedes, ¿por qué acuden a la interpretación simple y descontextualizada de los textos eclesiásticos, más aún siendo conscientes de que una interpretación completa les daría sosiego a tantas familias que tienen seres queridos con males incurables y tormentosos? Si bien es cierto que para la fe católica, como ustedes dicen en el comunicado, “la práctica de la eutanasia constituye una seria ofensa a la dignidad de la persona humana”, al agregar que “… extenderla hacia otras modalidades, lejos de promover un supuesto derecho, constituiría un serio peligro para los más frágiles y vulnerables de nuestra sociedad, sobre quienes pendería el peso de la posible supresión de sus vidas, dando lugar a un serio condicionamiento para el ejercicio de las libertades”, ustedes limitan la posibilidad de que los católicos entendamos y ponderemos lo que dice sobre la conciencia moral el numeral 16 de la Constitución Gozo y Esperanza, que emana del Concilio Vaticano II: “… Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente… Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley… La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad”. Una adecuada interpretación de este texto la da el padre jesuita Alberto Múnera, en un capítulo del libro Morir bien, editado por Isa Fonnegra de Jaramillo: “La Iglesia necesariamente condenará la eutanasia directa y la participación de alguien en facilitar a alguien el terminar su propia vida, como mal objetivo. Y aunque en esta temática explícitamente no habla de excepciones, al haber establecido las que ya se mencionaron del aborto indirecto, la legítima defensa, la pena de muerte y la guerra “justa”, casos en que se aplica el principio del bien mayor o del mal menor por conflicto de bienes o valores o deberes, no pareciera que fuera inadmisible que quienes en algunos casos extremos ejercen eutanasia o asisten a alguien para terminar su propia vida perciban en su conciencia que se encuentran en tal tipo de situación conflictiva y consideren subjetivamente correcto el proceder a ello”. Tendría más preguntas, pero no hay espacio aquí para hacerlas. Termino destacando una de las muchas veces en las que el papa Francisco ha recordado a los sacerdotes su misión: “Sean servidores, no curas Supermán con sueños de grandeza”.
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Claudia Isabel Palacios Giraldo