Termina hoy en Bogotá un evento que nunca se había hecho en Latinoamérica y que resultó crucial para reafirmar el liderazgo de Colombia en materia de derechos sexuales y reproductivos y para reconfigurar el sistema mundial de garantía de estos derechos, que se ha visto menguado por la sensible disminución del financiamiento.
Tan delicada es la situación que la entrante directora ejecutiva del Fondo de Población de Naciones Unidas, Diene Keita, dijo que los sistemas de salud deben prepararse para un aumento de los embarazos no deseados y, por ende, para mayores tasas de mortalidad materna y de abortos inseguros, pues las existencias de anticonceptivos se han reducido, especialmente en los países que dependen de fondos internacionales para garantizar la planificación familiar.
Cabe recordar que recién posesionado el actual gobierno de Donald Trump se anunció un recorte de US$ 377 millones de dólares a esta agencia de Naciones Unidas, que apoya a 150 países en planificación familiar, y que proyecta hasta el 2030 un déficit de US$ 1.500 millones de dólares para garantizar la salud reproductiva. En Colombia, en contraste, esta vez no tenemos que decir ‘si por allá llueve por acá no escampa’, pues la fuerza del trabajo de décadas, especialmente por parte de la sociedad civil, ha hecho que la ciudadanía sea más consciente de su derecho a decidir cuántos hijos tener y cuándo, como lo evidencian las cifras de disminución de la natalidad.
Sí, como lo he dicho en anteriores columnas, si bien esta disminución implica retos económicos, esto no debe opacar la enorme importancia de que cada vez sea mayor la proporción de embarazos deseados, pues un hijo deseado es un ser humano mejor criado para vivir en sociedad. Además, quienes ven la disminución de la natalidad solo como un problema desestiman que, como señala Unfpa, por cada dólar invertido en acabar con la demanda insatisfecha de anticoncepción se obtienen casi US$ 27 en beneficios económicos.
Pero el punto que quiero resaltar hoy es que este fenómeno colombiano en el acceso a anticonceptivos parecería evidenciar que muchas familias están destinando más presupuesto personal a la compra de píldoras, condones y otros métodos de anticoncepción, quizá unas amparadas en la disminución del precio de estos productos –que se inició en 2018 dentro una larga lista de medicamentos de todo tipo– y otras porque les tocó, debido a que su EPS redujo o cortó el suministro, como consecuencia de la crisis del sistema de salud.
De hecho, el gasto de bolsillo para anticonceptivos ya era de 44 % en 2020 y, aunque no hay cifras actualizadas de este rubro, sí se sabe que hoy el gasto de bolsillo total en salud ha aumentado, especialmente en los hogares de menores ingresos (está en 12,1 %, según Fedesarrollo). Este fue solo uno de los temas abordados en estos cuatro días de la Séptima Conferencia Internacional de Planificación Familiar, que reunió a más de 3.000 personas de 120 países y le dio a Colombia el lugar que merece en el mapa de la lucha por los derechos sexuales y reproductivos. Y es que a pesar de nuestros retos y particularidades, como lo anotó la directora ejecutiva de Profamilia, Marta Royo, hemos demostrado que el progreso sí es posible incluso en los contextos más difíciles. O, que aunque por allá llueva, por acá puede escampar.
P. D. ¿Por qué resulta tan importante para el Vaticano expedir un documento en el que –palabras más, palabras menos– dice que los católicos no debemos igualar a la virgen María con Cristo y que por ende no hemos de llamarla ni corredentora ni intermediaria? ¿No sería más relevante para conectar con la feligresía, por poner solo un ejemplo, que rechace la venta de muñecas sexuales con rostros virginales, a tono con la protesta contra Shein? En fin… habrá que rezarle a la virgen para que le haga entender a León XIV que esa precisión llega como tarde.
Claudia Isabel Palacios Giraldo