Mientras la gran mayoría de personas vieron Catar 2022 como el escenario de la cita futbolística más esperada del planeta, otras vimos un espectáculo paralelo: el del poderío masculino, que nos recordó cuál es el género que domina el mundo y cuáles son sus valores predominantes. ¿Que cómo así? Empecemos por la forma como en 2010 este pequeño país se ganó el Mundial. La mitad de los miembros del comité de la Fifa –todos hombres– que votaron para elegir la sede del Mundial 2022 terminaron suspendidos temporalmente o de por vida por las acusaciones e investigaciones que dejaron en evidencia que Catar hizo todo tipo de acuerdos económicos no éticos para garantizarse la votación mayoritaria.
Sigamos con la construcción de la infraestructura, cuya ejecución estuvo plagada de denuncias de violación a los derechos humanos a los miles de migrantes que las hicieron, como lo ha documentado HRW. ¿Por orden de quién? De los hombres que dirigen el país y que quieren posicionarlo, desconociendo que millones rechazan sus métodos y costumbres.
Continuemos con las controversias sobre el trato a poblaciones diversas durante el desarrollo del Mundial. El propio embajador de Catar 2022 aseguró sin sonrojarse que la homosexualidad es una enfermedad mental, con lo cual reafirmó la convicción patriarcal que ignora el concepto de identidad de género y que excluye y maltrata a quienes tengan la osadía de mostrar que hay otras identidades diferentes a las binarias hombre/mujer.
Pasemos a la situación de las mujeres. Si bien voceros cataríes y expertos en cultura musulmana reiteraron que en otros países de la región los derechos de las mujeres son más limitados que en Catar, y además el país fue tolerante con la presencia de las turistas, con la excepción de la modelo croata expulsada de un estadio por su vestuario, informes de prensa extranjera reseñaron las restricciones con las que viven las mujeres cataríes, empezando por que les deben obediencia –incluso sexual– a sus parejas o deben contar con la aprobación de un pariente para poder trabajar o viajar.
Ahora bien, el fútbol, ese templo de lo masculino, también tiene su espacio para darles permiso a los hombres de desfogar las emociones que convencionalmente contienen, en aras de que no se les cuestione su masculinidad. La fiesta deportiva ofreció cientos de escenas de besos y abrazos entre hombres, que no por esto fueron catalogados como homosexuales, como pasaría en un contexto no futbolístico. Así mismo, nos dejó escenas de muchos hombres llorando inconteniblemente por la emoción de ganar o de perder, sin que esto desatara contra ellos la consabida sentencia ‘pareces una nena’.
Entonces, el fútbol, especialmente el de un mundial en un territorio donde ser hombre es evidentemente ser más, es también un gran acuerdo de hombres que determina en qué circunstancias los hombres pueden mostrar públicamente que también son seres que sienten.
Y la final sí que merece una copa del mundo a la masculinidad convencional. Dibu Martínez nos recordó al ponerse el guante de mejor arquero en sus genitales que estamos en una cultura falocéntrica, en la que ser hombre es ante todo tener pene y usarlo como un arma de ataque, como es claro cuando explicó que lo hizo para responder a la hinchada francesa que, según sus palabras, fue arrogante con él. Y por si quedaban dudas de que este fue un mundial no solo de fútbol sino de poder masculino, el emir de Catar mostró la evidencia irrefutable al ponerle a Messi la besht, un atuendo que usan solo los hombres musulmanes que tienen cierto poder. Una señal de que derrotar a todos los demás es lo que da el pase para ungirse como hombre entre los hombres.
Claudia Isabel Palacios Giraldo