El 2025 va terminando como un año funesto para la institucionalidad creada con el fin de garantizar el avance en derechos de las mujeres: desaparecieron dos ministerios de la Mujer en América Latina: los de Panamá y Ecuador, países cuyos presidentes (ambos de derecha) argumentaron ‘eliminación de la politización’ el primero, y ajuste presupuestal o ‘machetazo’ el segundo, para fusionar dichas carteras con otras preexistentes.
Se sumaron así al Gobierno de Argentina, que un año atrás eliminó el Ministerio de la Mujer, en ese caso sin fusionarlo con algún otro, tras aseverar que ese organismo no sirvió para disminuir el número de ‘femicidios’, delito que además pretende eliminar del código penal. Podemos agregar a la lista de una vez el de Colombia, que si bien recibió esta semana una votación favorable en el Congreso, que le permite pasar a la discusión de fondo para subsanar los vicios de trámite por los cuales la Corte Constitucional ordenó su eliminación, si estos no han sido superados por tarde en junio de 2026, es poco probable que se mantenga si gana un candidato de derecha, o incluso alguno de los de centro, quienes ya han planteado acabarlo debido a su alto costo burocrático.
Y está por verse si hay que sumar los de Chile y Perú. En uno de los primeros actos poselectorales del equipo de Kast se anunció la salida del Ministerio de la Mujer de una instancia prioritaria del Gobierno, conocida en Chile como el Comité Político; mientras que en Perú la cartera se mantiene en la presidencia de José Jerí a pesar de que estuvo a punto de desaparecer en la de la derrocada Dina Boluarte, quizá como un modo de apaciguar el rechazo que provocó la llegada de Jerí al poder, justo luego de que le fuera archivada una investigación por abuso sexual.
¡Tres años en promedio han dejado durar a estos ministerios! Si bien quedan algunos, como los de Brasil, Venezuela, México y República Dominicana, parece que la tendencia no tendrá pronto final y podría consolidarse con la posible fusión del Fondo de Población de la ONU y ONU Mujeres, dentro del plan de reestructuración de Naciones Unidas para optimizar gastos y generar mayor impacto. Si bien ese objetivo es parte del deber ser en el manejo de recursos, lo que expongo es otra evidencia de que los derechos de las mujeres son un blanco fácil de atacar. Si fuera por falta de resultados o por eficiencia presupuestal también habría que replantearse, en el caso de los países, la permanencia de otras jóvenes carteras, como la del deporte o a la de ciencia.
Atención, no estoy proponiendo que esto se haga, solo lo estoy usando como referencia. El punto es que esta realidad me dice que quienes jugamos algún rol en la promoción de la equidad de género tenemos una gran oportunidad de mejora en sacar de la polarización política y de los circos electorales las discusiones sobre este tema. No es buena estrategia apostar al todo o nada, como algunas hicieron, pensando quizá que con cara (llamémosle izquierda) se gana todo; y con sello (llamémosle derecha) se pierde todo. De hecho, lo que muestra la evidencia es que con ambas se pierde.
Colombia es un claro ejemplo de ello. ¡Qué estarán pensando las feministas que invistieron al Petro candidato con pañoleta verde! ¿Le servirán de comodín a Cepeda, a Quintero o a Barreras como lo hicieron con Petro? Lo que hay que hacer es apostar a avanzar, con o sin ministerios de la mujer, con izquierdas, con derechas o con centros, priorizando los resultados en los temas que nos unen, como la eliminación del feminicidio y de otras violencias basadas en género, la igualdad de oportunidades e ingresos, y la economía del cuidado. Los temas que nos dividen no deben desaparecer, pero hay que tratarlos en una justa-estratégica medida que anticipe los miedos y, por ende, los retrocesos que pueden detonar, si se vuelven la narrativa principal.
Claudia Isabel Palacios Giraldo