Como promotora de la equidad de género, la pandemia del covid-19 me ha hecho sentir una preocupación adicional. Temo que ante los urgentes desafíos que impone la atención de esta emergencia y de sus consecuencias, temas importantes, que ya habían ganado un espacio dentro de las agendas de lo público y lo privado, bajen en el orden de prioridades, con la consecuente pérdida de visibilidad, interés y presupuesto que ello implica.
Pero al revisar noticias derivadas de la pandemia, encuentro evidente que la equidad de género no solo debe seguir siendo una prioridad sino que es indispensable que lo sea para dar solución a los problemas que el covid-19 nos está planteando. El aumento en más de 200 % en las llamadas de mujeres a la Línea Púrpura (155) para pedir ayuda por maltrato físico, sexual, sicológico o económico; el hecho de que el 60 % de los trabajos de la economía informal –una de las más afectadas por los confinamientos obligatorios– los desempeñen mujeres, así como el 70 % de los trabajos del cuidado y sector social; o que los países con mejor manejo de la pandemia tienen en común que sus jefes de Estado son mujeres, muestra que el enfoque de género debe ser ahora, más que siempre, una prioridad.
Entonces, si la mayor preocupación, además de cuidar la salud, es reactivar la economía para que la gente pueda recuperar su ingreso y garantizarse el sustento, no se pueden perder de vista datos como estos: entre los pobres hay más mujeres que hombres (132 mujeres por cada 100 hombres en América Latina, según la ONU) y, según Oxfam, el 30 % de la superación de la pobreza entre 2000 y 2010 se debió al ingreso de mujeres a trabajos remunerados.
De manera que hago un llamado a los líderes que están proponiendo soluciones, para que convoquen mujeres de diferentes ámbitos y niveles de la sociedad a sus espacios de pensamiento y proyectos de ejecución. Son plausibles todas las iniciativas, pero resulta inquietante que algunas no incluyan suficientes mujeres; como la del presidente Pastrana, que tiene una. En otras palabras, es un error ignorar el factor femenino del problema, como desperdiciar la oportunidad de acoger el factor femenino de la solución.
Se preguntarán qué es lo que se les puede ocurrir a las mujeres que no se les ocurriría a los hombres. La respuesta la sabremos si a ellas se les da la oportunidad de participar significativamente y liderar a todo nivel las soluciones de lo que es vital y urgente, como poner comida en el plato de las familias que han sacado los trapos rojos, a las que, a pesar de los enormes esfuerzos para coordinar ayudas macro, no ha sido posible que en casi un mes les haya llegado un mercado o un giro de dinero.
Lo que está en juego depende de oficios en los que las mujeres tienen más experiencia que los hombres: producción, preparación y repartición de alimentos, atención en salud y educación, cuidado de menores de edad y adultos mayores; limpieza y desinfección. Es momento de darles a las mujeres con esas habilidades la posibilidad de estar en las mesas directivas, y no solo en el frente de batalla, ejecutando decisiones adoptadas por ejecutivos cuya experticia está basada en tiempos de normalidad y en perspectivas de cumplimiento de unas metas de rendimientos económicos que, al menos por un tiempo, no serán posibles.
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Claudia Isabel Palacios Giraldo