En el torbellino político en el que anda Colombia por cuenta de la transformación de la diplomacia en un pulso de hombres dispuestos a llevarse a sus pueblos por delante con tal de cumplir su obsesión de pasar a la historia, resulta muy difícil atinar al responder la pregunta ¿para dónde va el país?
Seguramente, y a pesar de los análisis críticos en los medios y en círculos especializados, el presidente Petro capitalizará con más popularidad su confrontación con Donald Trump, pues sus bases la leerán como un acto de soberanía y darán poco crédito a las advertencias sobre las consecuencias de jugarse cada día la economía del país en una ruleta rusa, al menos mientras no la sientan en su propio bolsillo. Ya lo veremos en pocas semanas, cuando se puedan volver a publicar encuestas.
Entre tanto, voy a responder la pregunta ¿para dónde va Colombia? desde otra óptica, a propósito de dos eventos: uno ya pasado, las elecciones de consejos de juventud, y otro por venir, el informe ‘Análisis de la población adolescente y joven 2025’, que presentará el Fondo de Población de las Naciones Unidas en próximos días, con el título ‘Ni indiferentes, ni invisibles’. Esos dos “ni” aluden al término acuñado desde hace varios años para referirse a buena parte de la población joven: ninis, porque ni estudian ni trabajan.
En el caso de Colombia, según el Dane, son 2’680.000 jóvenes quienes están en esta situación, cifra que equivale al 24 % de la gente entre 15 y 28 años. Unfpa, que hace un tiempo cambió el término ‘ninis’ por ‘sinsin’, para llamar la atención respecto a que son jóvenes sin oportunidades y sin derechos, revelará que a pesar de que 3 de cada 4 jóvenes colombianos no tienen garantizados sus derechos, no son una población invisible ni indiferente.
Lo que pasa –y esto no lo dice el estudio, sino yo a partir de la afluencia a las elecciones de los consejos de juventud– es que no ven en acudir a las urnas una forma de participación atractiva. Si bien esta aumentó del 10,31 % al 12,81 % con respecto a las elecciones de juventud de 2021, el avance es mínimo, especialmente si se contrasta con el acceso a información que tienen los jóvenes y con los esfuerzos de los partidos por captar su atención a través de las redes sociales.
El próximo año veremos si la apatía de los jóvenes a esta forma de participación –la de las urnas– se mantiene en elecciones de mayor calado –Congreso y presidenciales–, partiendo de que en el 2022 solo votó uno de cada cinco jóvenes, a pesar del entusiasmo que despertó el entonces candidato Gustavo Petro entre la juventud. ¿Cómo quieren, pues, participar los jóvenes? A juzgar por las convocatorias a las más recientes marchas, tanto del oficialismo como de la oposición, tampoco es muy cautivadora esta vía para ellos/as. ¿Qué queda? Quizá la respuesta esté en las redes sociales, en las que, según la Comisión de Regulación de Telecomunicaciones, está el 77 % de los adolescentes; y en la migración, que expulsa cada día a más de 1.200 colombianos que salen para no volver, muchos de ellos jóvenes.
Al margen de esas realidades, también queda algo que no nos esperábamos y que revelará Unfpa en su informe: en los próximos 20 años tendremos más adolescentes y jóvenes de los proyectados, lo que llevará a que se amplíe el bono demográfico en varios años. El dato sorprende, ¡y mucho!, dado que llevamos 8 años seguidos reportando significativas bajas en el número de nacimientos y hablando de la mayor longevidad de la población.
Con este nuevo elemento en el panorama, para responder ¿para dónde va Colombia? más nos vale renovar la confianza en los jóvenes y decirle a cada uno: ‘joven, salve usted la patria’, como enseña la historia que le dijo Bolívar a Rondón cuando la derrota parecía inminente.
Claudia Isabel Palacios Giraldo