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Los investigadores instan a los gobiernos a generar políticas de felicidad centradas en la niñez.

Quién iba a pensar, especialmente en estos tiempos en que las redes sociales nos bombardean con el culto a la juventud y en los que justamente por eso se hace más evidente la discriminación a las personas mayores, conocida como edadismo, que los viejos son más felices que los jóvenes. Así como lo ‘oyen’. Claro, hay significativas diferencias entre regiones. De hecho, en varias, como el continente africano, en algunos países asiáticos y en unos de Latinoamérica son mucho menos felices los viejos; pero en términos globales la principal conclusión del World Happiness Report 2024 es que las personas de la generación baby boomer son mucho más felices que las millennials y que las de la generación Z.

En Norteamérica y en países desarrollados, como Noruega, Suecia, Alemania, Francia, España y el Reino Unido es donde más se evidencia esa realidad, que es producida principalmente por falta de apoyo social y por soledad. Para el caso de Estados Unidos y Canadá, la soledad es casi dos veces más alta entre los jóvenes que entre los nacidos antes de 1965.

Tanto influye este indicador que por primera vez desde que se hace el Reporte mundial de felicidad ni Estados Unidos ni Alemania están entre los primeros 20 países más felices. Fueron desplazados por unos que nunca habían quedado en esa parte del escalafón: Costa Rica y Kuwait. Visto de otro modo, si fuera solo por los mayores de 60, Estados Unidos sería el décimo país más feliz del mundo, pero si fuera solo por los menores de 30, sería el 62. Así de amplia es la brecha de felicidad por edades en buena parte del mundo desarrollado.

En el caso de Colombia, ocupamos el puesto 78 entre los 143 países evaluados, pero subimos al 76 si solo contamos las respuestas de las personas menores de 30 años, al 72 si nos limitamos a las de las mayores de 60, y al 71 si vemos solo las de 45 a 69 años. El grupo que queda, el de los 31 a los 44 años, es el que nos baja el promedio. Es decir, es el menos feliz de nuestro país.

Para determinar qué tan feliz es una persona, este estudio hace un meticuloso cruce de las respuestas sobre diferentes factores: desde el dinero y comodidades que se tienen hasta el tipo de emociones que se sienten. Por esto último concluye que, a nivel global, la gente está teniendo un promedio de emociones positivas similar al de años anteriores, pero que ha aumentado el promedio de emociones negativas, lo cual es más marcado entre las mujeres.

Y justamente respecto a las diferencias en felicidad según el género, el World Happiness Report concluye que en los países de ingresos altos, desde los 12 años las niñas reportan menor satisfacción con la vida que los niños, factor que aumenta significativamente entre los 13 y los 15 años, pero que se equilibra de ahí en adelante, y que luego, hacia los 60 años, se revierte.

A los analistas de los datos les llamaron la atención los criterios de las niñas y los niños para definir si son o no felices: satisfacción con la imagen corporal, calidad de la relación con papá/mamá, vida escolar, salud, uso del tiempo, satisfacción con el barrio en el que viven, aprendizajes en la escuela/colegio; y en baja medida las posesiones materiales, los amigos y la relación con sus profesores.

Haciendo la salvedad de que la información no es suficiente para llegar a conclusiones contundentes porque pocos países de la muestra recolectan este tipo de datos entre su población menor de edad, los investigadores instan a los gobiernos a generar políticas de felicidad y bienestar centradas en la niñez, entendiendo que aún sufren las consecuencias de la pandemia y que esa niñez es la que en relativamente poco tiempo tendrá el peso de contribuir a una mayor felicidad o infelicidad mundial.

Claudia Isabel Palacios Giraldo

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