Revictimizar…

Explicar un hecho atroz y doloroso no es justificarlo ni excusar a quienes lo perpetran.

Nadie tiene la culpa de ser víctima. La culpa la tienen únicamente quienes ejercen como victimarios. Pero indagar sobre las circunstancias que envuelven un hecho victimizante no puede entenderse en todos los casos como culpabilizar o revictimizar a la víctima. Desde luego, una cosa es indagar de manera morbosa por el solo gusto de obtener detalles que llamen la atención; pero otra es hacerlo para entender y explicar.

Esto último es parte del oficio periodístico, que implica recabar información para depurarla y/o analizarla. La información que se consigue indagando es importante para entender fenómenos sobre los que la sociedad necesita hablar con franqueza, como el feminicidio, que este año ya deja más de 320 víctimas en Colombia. Pero desafortunadamente hablar con franqueza se volvió hace años un ejercicio de alto riesgo. Las hordas de quienes se creen dueños de la verdad son rápidas para censurar.

Me pregunto si pretenden reducir todo a conclusiones moralistas de malos contra buenos, como si –para el fenómeno en mención– las relaciones de pareja y las personas se pudieran definir en blanco y negro, sin matices. Quizá sea momento de preguntarse si estamos desdibujando la palabra ‘empatía’ y por esa vía impidiendo ver la realidad del fenómeno con las complejidades que lo caracterizan.

Que una víctima no pida ayuda, sea por miedo, por dependencia económica, emocional, o por vergüenza; que no identifique las señales de alerta, que minimice el riesgo que corre si no se aleja de su victimario o lo denuncia; que crea que puede resolver la situación por sí misma, o cambiar a su agresor para bien, no la hace culpable del daño que este le haga, sea o no mortal. Pero entender por qué la víctima siente miedo o pena de denunciar y pedir auxilio, o se cree capaz de darle solución sola al problema, o no está en capacidad emocional de apartarse de su victimario, o tiene un patrón de compartir su vida afectiva con personas de conductas problemáticas, es fundamental para atacar el problema de raíz. Esa labor no es solo de las autoridades que atienden los casos. Esa también es labor de los medios de comunicación y de quienes en ellos estamos comprometidos con hacer nuestro aporte a erradicar la violencia por razones de género.

Para muchas personas en riesgo de violencia –mujeres en su mayoría– son los medios de comunicación la manera más expedita o quizá la única de darse cuenta de que pueden ser la siguiente víctima. Los relatos y las reflexiones sobre los casos –con su crudeza, pero sin morbo– son lo que crea conciencia en personas que por diferentes razones están en negación o ignoran el peligro que corren. Verse identificadas con quienes ya fueron víctimas puede salvarles la vida. Eso también es parte de la realidad de un fenómeno que nos desbordó y que no vamos a solucionar enfrentándonos entre quienes a pesar de nuestras diferencias estamos del mismo lado: el de la protección a las mujeres y la erradicación de ese holocausto llamado feminicidio. Para esto se requiere trabajar en todos los flancos. Es tan importante erradicar la impunidad como trabajar en masculinidades no violentas, en empoderamiento económico y sicológico de las mujeres y en desterrar los estereotipos sociales que ponen cargas invisibles a las víctimas.

Explicar un hecho atroz y doloroso no es justificarlo ni excusar a quienes lo perpetran, y mucho menos responsabilizar a las víctimas; es un paso necesario para prevenirlo. No entender esto o rechazarlo con sevicia y mofa hacia quienes así obramos es alimentar la radicalización propia de los movimientos y personas que se resisten a aceptar y garantizar los derechos por los que estamos luchando. El más reciente ejemplo de esto acaba de pasar en Argentina. ¿O cómo se explican la inesperada pero contundente votación que logró Javier Milei?

Claudia Isabel Palacios Giraldo

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