‘Barbie’ y ‘Oppenheimer’

Aprecio que haya una cartelera que provoque ir a ver cine en pantalla grande.

Hecha la tarea de ver los dos estrenos cinematográficos más esperados de los últimos tiempos, comparto mis apreciaciones. No pretendo fungir como crítica de cine, pues esa no es mi experticia; por eso solo me referiré a los mensajes, no a lo técnico ni a la capacidad actoral.

Empiezo por Oppenheimer, cinta que muestra la etapa de la vida del físico Robert Oppenheimer durante la cual lideró el Proyecto Manhattan, en el que fueron construidas las bombas atómicas con las que Estados Unidos destruyó Hiroshima y Nagasaki. Tres horas en las que se recrea la personalidad de un narciso (rodeado de otros tan narcisos como él), y en las que hay solo una escena, ¡una!, para apenas insinuar el impacto que tuvo sobre los seres humanos el estallido de dichas bombas.

Si bien cada creador es libre de escoger el enfoque que desea darles a sus obras, me pregunto si esa libertad debe ser tan amplia como para matizar la verdad. Y es que a punto de cumplirse setenta y ocho años del lanzamiento de las bombas atómicas, me parece, por decir lo menos, poco ético que lo que se instale en el imaginario de los millones de personas que están yendo a ver la película sea la compasión por un hombre de mente brillante a quien sus enemigos políticos le menguaron su prestigio y poder capitalizando ante la opinión pública sus vínculos con el comunismo.

Como si fuera un detalle menor que año tras año Hiroshima y Nagasaki siguen sumando víctimas por los problemas de salud que padecen quienes sufrieron el impacto y la radiación que generaron las bombas, y que pasan a engrosar la ya aterradora cifra de 200.000 víctimas que hubo en el momento de las explosiones. Considero todo un desperdicio usar el poderío de Hollywood para referirse a un hecho de tal magnitud sin hacer la menor mirada crítica sobre él, a pesar de que en 78 años la academia y la política lo han estudiado hasta la saciedad, y más aún en un momento en el que por causa de la invasión rusa a Ucrania el mundo se expone a una potencial guerra nuclear. Christopher Nolan, el director, hubiera podido al menos usar el conocido recurso de poner un par de párrafos al final de la película, para ofrecer información que diera una perspectiva más amplia y crítica del personaje protagónico.

Y respecto a Barbie, a pesar de que la forma de dar algunos mensajes de empoderamiento femenino tiende a ser cliché, me parecen acertados y necesarios esos mensajes, especialmente porque –como lo conté en mi anterior columna– nuevos datos indican que el avance en equidad de género en materia legal no necesariamente garantiza el goce de dicha equidad. Justamente por eso es necesario que la cultura popular ayude a cambiar paradigmas, y esta película sí que hace un gran aporte en ese sentido, al poner a cuestionarse a la muñeca que ha sido modelo de feminidad para varias generaciones.

No obstante, me pareció excesiva la ridiculización de la figura masculina, no porque no corresponda a escenarios reales, sino porque intuyo que puede servir para alimentar la resistencia de ciertos tipos de hombres a entender las bondades de la equidad de género y a encontrar cuál puede ser su aporte a ella. Del mensaje a los hombres, sin embargo, destaco el ‘Kenough’, palabra formada por la unión del nombre del compañero de Barbie –Ken– y la palabra en inglés que traduce ‘suficiente’. Poderoso mensaje con el que la película invita a los hombres a pensar que son valiosos per se, sin necesidad de dedicar su vida a cumplir patrones de masculinidad que los impulsan a conquistar mujeres como si estas no fueran personas sino trofeos.

Al margen de lo anterior, aprecio que haya una cartelera que provoque ir a ver cine en pantalla grande y que nos saque de la casa a quienes por la pandemia quedamos acostumbrados a ver cine en el televisor y debajo de las cobijas.

Claudia Isabel Palacios Giraldo

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