La ‘culpa’ de los medios

Muchos creen cualquier cosa que les dicen y no reconocen la diferencia entre opinión e información.

Aumentar impuestos ha sido, es y será siempre impopular, más aún si se prometió no hacerlo. Por eso, bien ganado se tiene el presidente Iván Duque el desplome de 26 puntos en su popularidad, según la encuesta Invamer; o el 65 % de imagen desfavorable, según Polimétrica. Pero, basada en el ejercicio diario de consultar una variedad de medios, me ronda una pregunta, incluso desde antes de conocer los resultados de estas recientes encuestas: ¿qué tanto de esa mala imagen se debe a la ridiculización humorística que se hace de Duque?

Me dirán mis colegas que esto hace parte de la libertad de expresión, que a todos los presidentes se los ha ridiculizado, y que Duque da papaya cada que canta, cabecea un balón o dice frases como la de Los siete enanitos. Esas tres cosas son ciertas, pero la pregunta me la hago porque veo con mucha preocupación que un meme o una opinión burlesca inciden en el criterio serio de la gente sobre un gobierno, igual que lo hacen las exageraciones, tergiversaciones y mentiras de las llamadas noticias falsas.

Es decir, el impacto puede ser muy peligroso, dado que la desinformación generada por el exceso de información de nuestros tiempos nos tiene en esto de que muchos creen cualquier cosa que les dicen y no reconocen la diferencia entre opinión, información y otros géneros periodísticos, ni disciernen entre la realidad y la sátira.

Digo que esto me preocupa mucho porque creo que va abonando el terreno para los resultados de la próxima elección presidencial, una contienda que, como ya vimos, responde mejor a la opinión que a la maquinaria. Eso es bueno, claro, siempre y cuando la opinión esté bien fundamentada. Pero mal favor le hacemos los periodistas a la formación de esa opinión si asumimos nuestro oficio desde una crítica que ridiculiza, si priorizamos atender la demanda de entretenimiento liviano –que es fácilmente recibido por el público– a atender la necesidad de generar una oferta digerible de información ponderada y verificada, aunque esta cueste en términos de cantidad de audiencia y de emotividad –por decir lo menos– en retroalimentación.

Pienso en colegas que, ante la posibilidad de que ganara Gustavo Petro la presidencia, se lanzaron a escribir por qué no había que votar por él. Y hoy, cuando los veo ridiculizando al actual gobierno, me pregunto si unos meses antes de la próxima contienda van a advertir de nuevo por qué ese no sería el camino adecuado para Colombia en 2022-2026. (¿Alguien duda de que Petro será nuevamente candidato?). Si tanto les asusta, más vale que miren cómo no abonan el terreno para que se dé un movimiento pendular que ponga a Colombia en las antípodas de las características hiperbólicas de las que hacen uso para criticar este gobierno.

Creo que se debe sumar la ponderación a la lista de los principios del periodismo, consagrados en su código deontológico, que manda decir la verdad, basarse en investigación, perseguir la objetividad, contrastar los datos, enfrentar las versiones sobre un hecho, respetar la presunción de inocencia, diferenciar entre información y opinión, y rectificar cuando haya lugar a ello. He oído decir a colegas a los que admiro que los periodistas debemos decir todo, cueste lo que cueste; yo creo que no siempre, o mejor, creo que sí, pero regidos por un norte, que es el impacto en el bien común.

Entre tanto, al presidente Duque le diría que mientras a Uribe le celebraban que se tirara por un resbalador de una piscina, a él, por su juventud y por ser “el que dijo Uribe”, no le celebrarán otra cantada más. Está muy a tiempo de reencaminar… en estilo y ejecución.

CLAUDIA PALACIOS

AnteriorEl aborto de los hombres
SiguienteEl debate que se avecina