Votemos por ellas… pero que se lancen

El llamado es para que garanticemos una representación proporcional de la sociedad.

En poco menos de 2 meses empieza el periodo de inscripción de candidato/as a las alcaldías, gobernaciones, concejos y asambleas departamentales. Entonces, tendremos un indicador para medir dos cosas: si los partidos políticos respetan la ley que indica que al menos el 30 por ciento de sus candidaturas deben ser ocupadas por mujeres, y si el ambiente para la participación de las mujeres en política ha mejorado.

El punto de referencia más cercano es el de las elecciones de 2015, en las que para concejos y asambleas las candidaturas de mujeres fueron el 37 por ciento; para gobernaciones, el 15 por ciento, y para alcaldías, el 14 por ciento. Llama la atención que mientras para gobernaciones las elegidas fueron el mismo porcentaje que el de las candidatas, para alcaldías este solo fue del 12 por ciento; para asambleas, del 16 por ciento, y para el concejo, del 17 por ciento. ¿Por qué no elegimos más mujeres en estos cargos?

Lo que es más difícil de reformar es la falta de interés por ser alcaldesas, gobernadoras, concejalas y diputadas. 

La MOE hizo seguimiento de la cobertura mediática de 34 medios de comunicación durante las elecciones regionales de 2015 y encontró que a pesar de que las mujeres eran más del 37 por ciento de las candidatas a los cargos en juego, la cobertura de medios dedicada a ellas fue del 16,4 por ciento. Esa misma organización también revisó el cumplimiento de la ley de cuotas por los partidos políticos y concluyó que varios de ellos usan el 30 por ciento del que habla la ley no como un mínimo, sino como un máximo para garantizar la presencia de mujeres en las listas. Además, anotó que los partidos no cumplen con otros aspectos de la ley, como los que ordenan la formación política inclusiva.

Pero, más allá de esos datos, en los que puede estar parte de la explicación de la falta de mujeres en política, hay realidades para las que aún no hay respuesta. Angélica Lozano, la más votada de todas las candidatas mujeres a las elecciones de 2011 al Congreso, me dice: “En la consulta anticorrupción, que era una causa cívica, el 95 por ciento de los voluntarios para recoger firmas fueron hombres. No entiendo qué tipo de barreras operan para las mujeres ante un tipo de participación política como esa, que era cívica”. En contraste con esto, las mujeres brillan por su desempeño en la política local, es decir, hay muchas edilas y muchas representantes de sus juntas de acción comunal. ¿Será porque a las mujeres nos interesa más resolver los problemas de impacto inmediato y visible sobre nuestro más cercano entorno?

Varias encuestas han mostrado que las mujeres prefieren no hacer política electoral porque la relacionan con manejos oscuros de dinero y horarios laborales no aptos para la vida en familia. Ambas cosas pueden ser objeto de reformas, como lo hicieron en Australia, para garantizar que las sesiones del Congreso no terminaran después de las 9 p. m., con el fin de que tanto mujeres como hombres congresistas tuvieran tiempo para sus familias. Pero lo que es más difícil de reformar es la falta de interés por ser alcaldesas, gobernadoras, concejalas y diputadas. Y cuesta aún más trabajo entenderlo si tenemos en cuenta que a las mujeres nos gusta votar, más que a los hombres. En las elecciones al Congreso 2018, según el informe presentado recientemente por la Registraduría y ONU Mujeres, votamos 9’619.175 mujeres, el 51,7 por ciento del total de votantes.

Se estarán preguntando si es que elegir más mujeres garantiza un mejor ejercicio de la política, y argumentarán que varias mujeres políticas han sido iguales o peores de corruptas que sus congéneres. Lamentable, por supuesto, pero el llamado no es a que votemos por ellas por el mero hecho de ser mujeres, sino para que garanticemos una representación proporcional de la sociedad, en la que de hecho somos más las mujeres que los hombres. Pero, necesitamos que se lancen… ¿qué las detiene? Leo sus respuestas en @claudiapalacios.

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