También ganó Trump

Muchos de los que votaron por Biden en realidad no votaron por él, sino contra Trump.

La victoria de Biden es clara y lo será aún más cuando terminen los recuentos y litigios, pero quienes nos sentimos aliviados por ella deberíamos dejar de celebrar y empezar a pensar a qué nos llevará el otro triunfo… el de Trump.

Digo ‘nos’ porque la política estadounidense es un paradigma para el mundo, y digo que fue triunfo porque los 71’500.000 votos que sacó Trump, ocho millones y medio más que hace 4 años, si bien no le sirvieron para ganar la presidencia, sí para demostrar que la arrogancia, la insensatez, la altanería, la improvisación, la soberbia, la homofobia, el desprecio, la misoginia, la mentira e incluso la ignorancia también pagan… o en el mejor de los casos, no importan para un porcentaje muy significativo de la gente.

Y no es que esto sea una sorpresa, lo sabemos desde que las redes sociales nos enrostraron que son millones los que prefieren consumir peleas rastreras que debates de argumentos, y seguir a quienes hablen más duro aunque desinformen y manipulen. Lo que es llamativo es que suceda en la democracia que tiene fama de ser la más sólida del mundo, pues ese aumento del caudal electoral de Trump confirma que ya no es tan sólida y que, como le oí decir a un alto diplomático estadounidense, su país se está pareciendo a una banana republic.

La vulnerabilidad de Estados Unidos al populismo se empezó a ver hace 4 años, cuando Trump fue elegido, y evolucionará en forma creciente, pues todo está dado para ello. La frustración por la pérdida de empleos y el frenazo del crecimiento económico derivados de la pandemia no le permitirán a Biden tener una luna de miel que le facilite lograr la unidad y sanación a la que acertadamente llamó en su discurso de victoria.

Además, es de esperar que en los dos meses que le quedan en el poder, Trump tome decisiones que hagan aún más desafiante el comienzo del gobierno demócrata. Como si esto fuera poco, la diferencia entre los resultados del Ejecutivo y el Legislativo confirma que muchos de quienes votaron por Biden en realidad no votaron por él, sino contra Trump. El Partido Demócrata, perdedor de 5 escaños en la Cámara de Representantes y hasta ahora ganador de solo uno más en el Senado, no la tiene fácil para conciliar el ala progresista, representada por la refrescante y desafiante Alexandria Ocasio-Cortez, con el ala tradicional, que rechaza ese tinte progresista al que muchos estadounidenses relacionan con una palabra que en ese país es casi maldita: socialismo.

Así las cosas, Biden tendrá éxito con su llamado a la unidad si se consagra como un líder sabio al que todos respetan y valoran a pesar de distanciarse de sus decisiones; y si logra recuperar el rumbo económico que llevó a muchos a votar por Trump a pesar de rechazar su estilo.

Para lo primero, su mesura y su edad le juegan a favor; para lo segundo, armar un equipo de gobierno experimentado, dinámico y técnico, en el que la descollante Kamala Harris sea protagonista y se perfile para ser su sucesora, debería ser su fórmula.

Nota: No nos extrañe que así como Trump echó por el piso la dignidad de la figura presidencial, haga lo mismo con la de la figura expresidencial. Recordemos lo que les dijo, siendo candidato en 2016, a los periodistas Bob Woodward y Robert Costa: “El verdadero poder es –ni tan siquiera quiero utilizar la palabra– el miedo”.

Claudia Isabel Palacios Giraldo

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