La ira

Es la ira mal manejada lo que da impulso para planear una agresión o para manifestarla en caliente.

¿No están mortificados/as por la muerte del joven Jonathan Tacuma y del niño Cristian David Fandiño? ¿Se han puesto a pensar que lo que llevó a sus asesinos a cometer sendos delitos es un estado emocional por el que todos hemos pasado más de una vez? Me refiero a la ira. Desde luego no para excusarlos, sino para llamar a ciudadanos civiles y autoridades a trabajar en el manejo y control de la ira, tanto como propósito para el año nuevo como desde las políticas públicas. Es que la ira no controlada detona fenómenos que alteran nuestra seguridad y las garantías básicas para convivir.

Las cifras son elocuentes: en 2021 hubo, solo en Bogotá, 1.126 asesinatos. A esto podemos sumarle un porcentaje de las casi 6.000 muertes que hubo en Colombia el año pasado por siniestralidad vial, pues también es la ira la que en ocasiones envalentona a conducir de manera riesgosa; y bien podemos agregar una porción de las amenazas, pues esa práctica –virtual o real– suele estar orquestada por la misma mala e impulsiva consejera.

Al margen de las motivaciones particulares que llevan a cada persona a ofender o a delinquir, es la ira mal manejada lo que da el impulso para planear una agresión o para manifestarla en caliente. Por lo anterior, a los debates y controversias sobre seguridad, que giran usualmente en torno al aumento del pie de fuerza y de cárceles, o al relacionamiento entre la autoridad civil y la Fuerza Pública, hay que agregarle un enfoque: el manejo de emociones. Algo como lo que está haciendo la Línea Calma, en Bogotá, específicamente dirigida a los hombres para disminuir la violencia de pareja, debería ampliarse a otros tipos de violencia y a todo el territorio nacional.

De los 2.185 usuarios que llamaron a la Línea Calma entre diciembre de 2020 y noviembre de 2021, el 93 % manifestó no haber repetido la agresión por la cual usó el servicio inicialmente. ¡Muy significativo ese resultado!, que se ha logrado solo con 11 terapeutas, que escuchan y dan herramientas para darles manejo a la ira y a emociones relacionadas, como la frustración o el dolor por un abandono o traición, entre otras.

Si bien los hombres requieren especial atención porque son los mayores ejecutores de actos violentos denunciados, las mujeres no estamos muy por debajo de ellos en mal manejo de emociones. Esto es evidente con la respuesta a una de las preguntas que hizo el Distrito Capital en una encuesta previa al lanzamiento de la Línea Calma: ‘¿Ha agredido a su pareja?’ 14 % de los hombres y 13 % de las mujeres respondieron que sí. Quizá la razón por la que se nota menos la violencia proveniente de mujeres sea porque es menos letal, debido a que por término medio tenemos menos fuerza muscular.

Volviendo al punto inicial, pienso que Jonathan Tacuma y Cristian David Fandiño estarían vivos si los hombres que los agredieron hubieran tenido herramientas para manejar la ira. Si hubieran puesto un freno de emergencia emocional en el momento en que uno sintió el impulso de clavarle un destornillador a su vecino Jonathan porque sacó el perro a la calle sin bozal, y en el que el otro se lanzó a clavarle un puñal a su hijastro Cristian por la rabia que le provocó el altercado con la mamá de esa criatura, esas muertes no habrían ocurrido.

El 76,1 % de los hombres de Bogotá, según la Línea Calma, quisieran manejar mejor sus emociones pero no saben cómo hacerlo. Lograrlo no debería ser un privilegio de quienes pueden pagar un/a especialista, sino que deberíamos tener una política contra la ira; así, quizá no tendríamos que hacer una contra la delincuencia ni contra la guerra, y probablemente nos saldría más económico y efectivo un ejército de terapeutas emocionales que uno de policías y soldados.

¡Buen 2022!

Claudia Isabel Palacios Giraldo

Video lectura de la columna.

AnteriorMensaje para candidatos/as
SiguienteAl conjuez Yepes Arcila