Gran acuerdo… por la comunicación

Ojalá este asunto, el de la comunicación, también haga parte del Gran Acuerdo Nacional.

Por eso cuídate de las esquinas, no te distraigas cuando caminas…”, dice el coro de Por estas calles, la famosa canción de Yordano que viene a mi cabeza mientras pienso en los retos del periodismo durante el próximo gobierno, al reflexionar sobre el desafortunado malentendido de mi entrevista en Noticentro 1 CM& con la vicepresidenta electa, Francia Márquez, que ha dado lugar al consabido matoneo, burla, tergiversación y desprestigio.

Ser mujer me ha enseñado la necesidad de vivir prevenida, ‘cuidándome de las esquinas’, pues sé que el mundo está lleno de trampas disfrazadas de comentarios aparentemente graciosos, a los que responder es un ‘con cara pierdo y con sello también’. Por eso puedo entender la prevención de Francia Márquez, que no solo ha tenido que enfrentar los desafíos de ser mujer, sino de ser negra, de haber vivido en condición de pobreza y de ser una líder no convencional. No obstante, creo que aceptar que la pregunta que le hice fue equivocada es conceder algo que no sucedió y resignarse a que los prejuicios dominen nuestro vivir.

He dicho en múltiples ocasiones que libertad de expresión no es decir lo que a cada quien se le ocurra y como se le ocurra, pues este valor de la democracia no está exento de propender hacia la sana convivencia y el entendimiento, pero someter cada frase de la comunicación a un rasero universal es un imposible, ya que no existe tal cosa. El sentido de una frase puede cambiar según los gestos y entonación con los que va acompañada y/o el contexto circunstancial o transversal tanto de quien habla como de quien escucha.

Ante esa realidad, los juegos de palabras, las expresiones con gracia, con rasgos de humor, entre otras, son un arma de doble filo; pero censurarlas solo sirve para radicalizar los ánimos e irracionalizar los argumentos. Lo sano es no asumir, hacer el difícil ejercicio de verificar el sentido y luego sí reaccionar, aunque esto vaya contra esa tendencia tan humana a tomarse todo personal. De lo contrario, toda comunicación será un combate, en el que solo caben vencedores y vencidos. Así no se puede vivir sabroso. Quienes ahora reclaman ese derecho lo saben mejor que nadie, justamente porque han estado históricamente en el lado de los vencidos.

Para que el cambio no se estropee por causa de las desafinidades de la comunicación, hay que entender que con las mismas personas podemos tener coincidencias en los objetivos y diferencias en los métodos. He ahí el reto de hacer un Acuerdo Nacional. Para que funcione debemos relacionarnos como contradictores en vez de como enemigos.

Asumo desde mi rol de periodista el reto de reflexionar y mejorar, lo cual algunas veces me llevará a reconocer equivocaciones y a corregir, y otras a invitar a los demás a identificar las prevenciones innecesarias y a encontrar nuevas posibilidades de diálogo, en las que los mensajes se den destacando las convicciones sin necesidad de degradar a los demás.

Recibir insultos, comentarios injustos y burlas se volvió parte del paisaje para quienes estamos expuestos públicamente. No deja de ser mortificante, pero uno se va acostumbrando. Por eso, lo que me motiva a usar este espacio para reflexionar sobre una experiencia personal profesional no es meramente mi rol en este oficio, es el ejercicio del periodismo en la era del cambio social, del necesario cambio social, que parece venir con formas de censura pasiva: la que abochorna y desprestigia… Un comportamiento que no es exclusivo de quienes siguen a la coalición ganadora. Pasaría igual si hubiera ganado Rodolfo Hernández, y ya sabemos por las experiencias de otros países en qué puede derivar. Ojalá este asunto, el de la comunicación, también haga parte del Gran Acuerdo Nacional.

Claudia Isabel Palacios Giraldo

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