Francisco, una de cal y otra de arena

¿Por qué tal benevolencia con un sector de la comunidad LGTBIQ+ y tan poca con otro?

A principios de mes, en la conferencia ‘Hombre-Mujer. Imagen de Dios’, el papa Francisco dijo: “Hoy el peligro más feo es la ideología de género, que anula las diferencias”. Debo decir que si bien no es la primera vez que el pontífice habla contra la llamada ideología de género, sus palabras me llegaron como un fuerte contraste frente a las que él mismo ha usado para referirse a otros temas controversiales dentro del catolicismo, como el matrimonio entre homosexuales, con quienes Francisco ha tomado posiciones no solo valientes sino compasivas.

De hecho, nada más en diciembre aprobó que los sacerdotes puedan bendecir a las parejas del mismo sexo, siempre y cuando esto no se haga dentro de un ritual de la Iglesia, es decir, sin que se configure un matrimonio. Y lo hizo nada más y nada menos que mediante el mecanismo de declaración emitida por la Congregación para la Doctrina de la Fe, que no emitía declaraciones hace 23 años. El propósito: establecer que ‘Dios acoge a todos’ y que los sacerdotes “no deben prohibir o impedir la cercanía de la Iglesia a las personas en cualquier situación en la que puedan buscar la ayuda de Dios a través de una simple bendición”.

¿Por qué tal benevolencia con un sector de la comunidad LGTBIQ+ y tan poca con otro? Cualquiera que haya conocido de cerca historias de vida de personas trans y transexuales sabe que lo que más vulnerables las hace es el prejuicio contra ellas, que deriva en que unas vivan sufriendo por ser diferentes, otras intentando “corregirse” y otras con dobles vidas. Y en cualquier caso, excluidas y con limitadas opciones de apoyo sicológico, emocional y ni qué decir del espiritual. Entonces, ¿por qué a ellas y a otras personas sexualmente diversas, en vez de ‘ofrecérseles la ayuda de Dios’ se les relaciona con ‘el peligro más feo’?

Entiendo que el Papa se refiere a lo que califica como ‘colonizaciones ideológicas’ y no a las personas LGBTIQ+ per se, pero al hacer pronunciamientos como el mencionado, el efecto cae en forma de estigma para miembros de esta comunidad, más que de cuestionamiento para quienes, a su juicio, promueven lo que él –y otros– llaman ideología de género.

Pero ¿qué es la ideología de género? Desde el punto de vista de quienes la rechazan es una peligrosa visión flexible de la sexualidad y de la identidad de género, que atenta contra la familia, con el perverso método de hacerle creer a la niñez que no hay diferencias entre los seres humanos con órganos sexuales masculinos y los seres humanos con genitales femeninos, e infundiéndoles que pueden escoger artificialmente qué sexo y género quieren tener. Pero desde la mirada de quienes consideran que la diversidad sexual no se limita a lo masculino y a lo femenino, no es una ideología sino un hecho de la naturaleza que ha sido limitado, escondido y estigmatizado históricamente, a instancias de las religiones y de los idearios políticos con los que se manipula a la sociedad.

No he visto hasta ahora un estudio lo suficientemente amplio y riguroso que les dé la razón absoluta a los unos o a los otros; lo que sí he visto, insisto, es seres humanos y familias sufriendo por todo lo que atañe a nacer con sexo femenino y sentirse hombre, o con sexo masculino y sentirse mujer, o por no sentirse ni lo uno ni lo otro. Y también conozco testimonios igualmente duros de personas transexuales arrepentidas de haber modificado su cuerpo, como de personas trans frustradas por no haber podido hacerse las modificaciones acordes con su identidad de género.

Por eso de la sociedad, pero más aún de sus líderes, como el Papa, espero que prioricen la compasión ante el sufrimiento humano, antes que sentencias y doctrinas sobre lo que no hay certezas. Y por eso pienso que en el legado del papa Francisco en materia de género, unas son de cal y otras son de arena.

Claudia Isabel Palacios Giraldo

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