El atraso de los niños varones

Dejar el colegio para trabajar es para muchos la opción más clara de expresar su masculinidad.

Se están invirtiendo los papeles y esa no es la idea. Me refiero a los resultados del primer estudio de la Unesco sobre la educación de los varones, que muestra que del total de niños y niñas en edad de estudiar que no lo están haciendo, más de la mitad son niños, y que estos están en mayor riesgo de repetir años, no terminar la escuela y no aprender lo que se les enseña. Además, en 73 de los 140 países que hicieron parte del estudio, los hombres tienen más probabilidad de no cursar educación superior que las mujeres, al punto de que en promedio solo 88 hombres por cada 100 mujeres entran a la universidad.

El análisis de la Unesco sobre las causales de esta realidad debe servir de evidencia para quienes creen que los temas de género son un asunto de mujeres, o de “feministas radicales”, que es como con desespero nos suelen llamar a quienes visibilizamos las problemáticas de los comportamientos que la sociedad ha normalizado, sin notar sus consecuencias discriminatorias.

El informe dice: “Las normas y expectativas de género repercuten en la motivación y el deseo de aprender de los niños. En numerosos contextos las actividades escolares y ciertas asignaturas se consideran contrarias a las expresiones de masculinidad, por lo que la educación se vuelve más impopular entre los niños”.

Esto NO quiere decir que la situación educativa de las niñas ya sea idónea. ¡NO!, está lejos de serlo. Por ejemplo, ante la escasez de recursos, muchas familias siguen optando por pagar educación solo para sus hijos hombres, pues tienen la idea de que usar dinero para educar a sus hijas mujeres es un desperdicio, ya que su expectativa sobre ellas es que se dedicarán a la maternidad y al hogar. Pero tener ya la evidencia de los factores específicos que sacan a los varones de la educación y del impacto que esto tiene en la sociedad es de gran valor para adaptar el sistema educativo a la realidad de deserción escolar y a la necesidad de que la escuela sea una fuente no solo de conocimientos duros, sino de desarrollo de habilidades emocionales, de manera que sus miembros puedan hacer una sociedad en la que las diferencias de género, etnia, etc., sean una fuente de riqueza en vez de un detonante para la violencia.

Algunas de las recomendaciones de la Unesco son: abolir las repeticiones de grado, reducir el costo de la educación, prohibir el castigo físico y la disciplina más estricta para hombres, mejorar la calidad del profesorado, promover paternidades participativas y crear una red de mentores masculinos. Todas apuntan, agrega el informe, a que desde temprana edad los niños puedan ser críticos de las normas sociales que los llevan a asumir situaciones de riesgo y a que “reconozcan los beneficios de ejercer una masculinidad que respete la igualdad de género”.

En el caso colombiano, la deserción escolar de los niños se produce principalmente en noveno grado, que es cuando están en la edad en la que demostrar que son hombres es, en no pocos casos literalmente, un asunto de vida o muerte. Y como la sociedad impone a los hombres el mandato de ser proveedores, dejar el colegio para trabajar es para muchos la opción más clara de expresar su masculinidad y de ser respetados como hombres. Esto los pone en riesgo, pues para jóvenes con poca educación, especialmente en contextos de mayor vulnerabilidad, las opciones de ganar dinero suelen estar vinculadas con la delincuencia.

El rezago escolar de los hombres no es una consecuencia de la inversión en el mejoramiento del acceso a la educación para las mujeres, la mayoría de las causales siempre han existido; pero sí permite ver que así como se trabaja con enfoque diferencial por el bienestar de las niñas, hay que hacerlo diferencialmente por el bienestar de los niños.

¿Quién se apunta?

Claudia Isabel Palacios Giraldo

Video lectura de la columna.

AnteriorNo me digas linda
Siguiente¿Cuándo no es acoso un piropo?