Desexualizar el ambiente

Hay que crear estrategias para que las conversaciones no se salgan de lo profesional.

Primer mes laboral: “¿Se lo jarta o no se lo jarta?”, me preguntó uno de ellos. Todos rieron. Y una de ellas me salvó de responder cuando dijo: “Tranquila, que con un vasito de agua o de Coca-Cola en la mesita de noche eso pasa bien. (Lugar: sala de redacción con compañeros de trabajo).

Primer año laboral: “¿Nunca has tenido un telefónico?”. (Lugar: sala de redacción con compañeros de trabajo).

Tercer año laboral: Despedida de soltero con ‘strippers’ (Lugar: un corredor del sitio de trabajo, con casi toda la redacción presente).

Quinto año laboral: “¿Cómo te gusta que te las besen?”. (Lugar: el carro en el que iba con uno de mis jefes, después de almorzar, de regreso al trabajo).

Sexto al décimo cuarto año laboral: Nada. (Lugar: CNN, Estados Unidos).

Décimo cuarto a décimo séptimo año laboral:
 “Si no le gusta la invitada, no tiene que preguntarle”. / “¿Por qué está indignada?”. (Lugar: cabina de radio con invitada por teléfono que estaba vendiendo su virginidad al mejor postor. / Entrevista con modelo desnuda que estaba haciendo un especial para Soho).

Décimo séptimo año laboral hasta el presente: Nada. (Mi rol: Directora, columnista).

“Todos hemos sido parte de ambientes de trabajo malsanos y que la oportunidad del #MeToo será mejor aprovechada si en vez de hacer cacería de brujas empezamos por limpiar esos entornos laborales.”

No creo que alguno de los jefes o compañeros de trabajo con los que viví las anteriores situaciones deban ser tratados como delincuentes, ni matoneados. No lo digo porque algunos de ellos sean mis amigos, sino porque creo que en lo que se refiere a acoso sexual, todos hemos sido parte de ambientes de trabajo malsanos y que la oportunidad del #MeToo será mejor aprovechada si en vez de hacer cacería de brujas empezamos por limpiar esos entornos laborales. De ninguna manera pretendo matizar el acoso ni ser benevolente con los acosadores, que, seamos claros, al acosar cometen un delito.

Pero creo que lo urgente es de-sexualizar el sitio de trabajo. Así como ya hay empresas que han creado estrategias para disminuir los tiempos en que los empleados hacen visita en los corredores, hay que crearlas para que las conversaciones no se salgan de lo profesional y para que la cortesía sea inocua.Es que el “cómo estás de linda”, dependiendo del nivel jerárquico, el momento y el tono, puede ser un gesto de amabilidad o el comienzo de un acoso. Entonces es mejor eliminarlo, entre otras cosas.

Yo aprendí de aquella que contestó lo del vasito de agua en la mesa de noche que para no ‘dejársela montar’ hay que ponerse al mismo nivel, responder con una frase igual de burda o peor. Pero no siempre lo hice porque temí parecer poco amable. Y, en cualquier caso, nunca fue cómodo; a veces me vi en cierto nivel de angustia por tratar de salir de una situación embarazosa, angustia, incluso, por mi futuro profesional.

Pasados los años, habiendo aprendido en CNN que se puede trabajar sin pensar en cómo esquivar a los acosadores, entendí que al seguirles la corriente fui partícipe de la aceptación tácita del acoso sexual. No me cabe duda de que algunas mujeres han renunciado al trabajo para evitar enfrentarse a situaciones tan desagradables. ¡Cuántas grandes profesionales habremos perdido!

A los hombres y a las mujeres que no encuentran algo de malo en esas frases de doble sentido, en esas miradas, en esos chistes, y que, incluso, los ven como una forma de alegrar el espíritu o como un gesto de madurez, los invito a que se pregunten si quisieran que algo así les pasara a sus hijas o si quisieran que sus hijos fueran como esos compañeros de trabajo que ‘escanean’ a las mujeres cuando pasan por ahí.

A quienes sí ven con malos ojos estas prácticas les propongo que lo digan, ya por fin la sociedad está lista para oírlos. Ya no nos dirán morrongos, ahora temerán una demanda, un despido o una sanción. Eso no pasaba hace 20, 10 o 5 años; y si muchos nos hacemos oír, en menos de un año podremos decir que dejó de pasar.

CLAUDIA PALACIOS

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