‘Benedicto y Pelé’

Fueron símbolos de unos mundos que están llamados a reinventarse: la Iglesia y el fútbol.

Los dos notables hombres cuyas vidas se apagaron en los últimos días de 2022 fueron símbolos de unos mundos que están llamados a reinventarse: el mundo de la Iglesia católica y el mundo del fútbol. Pelé y Benedicto XVI dejaron un legado útil para avanzar en dicha reinvención, pero también fueron símbolos de la resistencia a ella. En ese sentido, fueron unos claros ejemplos de la naturaleza dual de los seres humanos, entendida en términos filosóficos como la doctrina que concibe que las personas obran basadas en dos principios diversos y contrarios: cuerpo y alma, bien y mal, lo material y lo ideal.

La dualidad de Benedicto XVI es evidente en la controversia respecto al manejo de los casos de pederastia por parte de sacerdotes, recordada por medios de comunicación de todo el mundo a propósito de su muerte. Mientras que algunos lo describen como un pionero dentro de la Iglesia católica en la lucha contra ese delito, otros destacan los testimonios de sus críticos, que aseveran que el hoy fallecido papa emérito pudo haber hecho mucho más o que denuncian que como arzobispo de Múnich y Freising y como prefecto para la doctrina de la fe, el entonces Joseph Ratzinger fue un encubridor de responsables de ese delito contra nada más y nada menos que inocentes fieles menores de edad.

La dualidad de Pelé es menos evidente porque el fanatismo que despiertan el fútbol y sus ídolos es, al menos cuantitativamente, superior al que despierta la religión. Así se explica, creo yo, que a despedir a Pelé llegaran unas 230.000 personas en menos de 24 de horas, mientras que para despedir a Benedicto XVI se habían acercado 135.000 en los dos primeros días. No es que sea una cifra despreciable, de hecho es superior a la esperada por el Vaticano, pero claramente es menor a la Pelé.

En todo caso, con la partida de ‘O Rei’ se ha recordado que fue objeto de críticas por no rechazar abiertamente la dictadura militar de su país, al punto de recibir el premio creado por el dictador Emílio Garrastazu Médici por haber marcado el gol número mil, a pesar de que dos años antes su contemporáneo como gran figura del deporte mundial, el boxeador Mohamed Alí, sí había tenido las agallas para enfrentarse a su gobierno al negarse a ir a la guerra de Vietnam, aun a costa de pagar las consecuencias que eso trajo a su carrera. El mismo Pelé habló para el documental de Netflix que lleva su nombre de lo embarazoso que fue para él estar recibiendo invitaciones del régimen, que quería aprovecharse de su buena imagen, y al tiempo responder a la expectativa de un país para el que Pelé era una de sus pocas fuentes de alegría y orgullo. Al final, su legado político lo selló 30 años después como ministro del Deporte con la llamada Ley Pelé, con la que buscó ‘adecentar’ el fútbol de su país, aun enfrentándose a poderosos, como el entonces presidente de la Fifa.

La partida de Pelé y de Benedicto XVI es también el símbolo del comienzo del fin de masculinidades hegemónicas, que se dan licencia para comportamientos que cada vez generan más rechazo, incluso por parte de muchos hombres. En el caso de Benedicto, la defensa o protección a ultranza del clan masculino, en su caso conformado por sacerdotes, obispos y cardenales, aun en detrimento del bienestar de esos a quienes debían acompañar y sanar espiritualmente. En el caso de Pelé, la normalización del hombre conquistador que va dejando hijos regados por el mundo. Tuvo 7 reconocidos, una de ellas a la fuerza, pero, a juzgar por sus declaraciones en el mencionado documental de Netflix, pueden ser más. Entonces, además de decirles adiós a un gran teólogo y a un ‘rey’, hay que acompañar a su última morada a unas formas de ser hombre, cuya desaparición total no debería depender de la muerte física de sus protagonistas.

Claudia Isabel Palacios Giraldo

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